Según se evidencia que este régimen no da pie con bola ni en lo referente a la economía, que avanza con eso pie y firme hacia el hundimiento, ni en la seguridad pública, como dejan claro los números de escándalo en este año de gobierno (récord de muertos, récord de periodistas asesinados, muertes en cadena de activistas), se multiplican las voces que nos piden paciencia. Démosle una oportunidad a las estrategias del Presidente, nos dicen a veces de buen talante y a veces, muchas más, entre insultos.
Pues no, no hay que tener paciencia.
No hay que tenerla porque es suicida. Deberíamos tener claro que lo es en lo económico: nadie con dos dedos de frente puede pensar que la inversión se multiplicará luego de Texcoco, de la necedad de Santa Lucía, del tiradero de billetes de Dos Bocas. Porque el Estado suele ser un mal motor del desarrollo, y porque puede pasar de mal motor a máquina ahogada cuando encima de todo los planes son semejante disparate. Porque esto ya lo vimos. Porque no hay data ni paper que alcancen para disfrazar semejante despropósito.
Y deberíamos tener claro, luego de Culiacán, de la masacre contra los LeBaron, del asesinato de Arnulfo Cerón hace unos días, que lo de abrazos y no balazos es la garantía de una matanza incluso mayor que la vivida en los últimos, ya demasiados, años.
Pero es que tener paciencia, además, es inmoral. Lo es en lo económico: los esfuerzos de millones de ciudadanos dispuestos a salir adelante tirados a la basura con caprichos que se traducen en crecimiento cero, en empleos escasos, en encogimiento de la inversión. No se vale pedir paciencia con dinero ajeno.
Y lo es sobre todo en lo que tiene que ver con la violencia. La 4T hizo campaña durante 12 años durante los que hubo tiempo de sobra para arremeter contra aquellas políticas de seguridad, pero no para desarrollar una. Ahora, el Presidente que iba a acabar con la violencia el día uno pide seis meses más para que empiece a haber resultados, o bueno, cerrémoslo en un añito. Y con él, los aplaudidores habituales. Esta semana fueron el padre Solalinde, nuevo predicador en jefe del síseñorpresidentismo, o el monero Rapé, que superó cualquier récord de vileza con ese cartón sobre Javier Sicilia.
No, no tengamos paciencia. No la tienen las personas que se la rifan por este país, como Sicilia o como Alberto Athié, vituperados por el Presidente en días pasados. Personas que nos recuerdan que nadie, nunca, tiene derecho a pedir paciencia con muertos ajenos.