Esta semana me tocó leer a mucha gente convencida de que al Gobierno de López Obrador lo alcanzó la realidad. Lo digo como va: están demasiado optimistas. Me explico:
Sí, la realidad llegó a golpear a la 4T no diré que como un tsunami, pero con oleaje del feo.
Primero, Santa Lucía. Se habrán enterado: mientras el grupo Aeropuertos de París, encargado del plan maestro, dijo que es imposible que funcionen simultáneamente las pistas 1 y 3, otra empresa, NavBleu, contratada por la SCT, avisó que la única manera de que ese aeropuerto y el de Toluca funcionen en conjunto es con un “rediseño significativo del espacio aéreo”. Dos problemones más, pues, a los que anteceden el cerro que de pronto apareció, el basurero, o los de conexión y movilidad señalados ya hasta el cansancio. Santa Lucía, un disparate de los pies a la cabeza, entra ya, sin discusiones, a la categoría de capricho de dictador caribeño.
¿Les parece que es imposible alcanzar cuotas más altas de improvisación y desprecio a los hechos? Pues no. Ahí está el asunto de la seguridad nacional; de la violencia que nos ahoga.
La otra marejada que le llegó a la 4T en días pasados fue la afirmación de Trump de que las organizaciones criminales mexicanas serían catalogadas como terroristas. Las razones de esa iniciativa son muchas y variadas, desde la petición de la familia LeBaron hasta el momento político que vive el Agente Naranja, entre las próximas elecciones y el juicio de destitución. Pero hay que ser muy ingenuo, muy fanático o muy cinicote para negar que la mal llamada estrategia de seguridad no pesó en la decisión. Caray, lo de los abrazos y no balazos fue ridiculizado en los cinco continentes por ONG, medios, políticos y redes sociales, mientras los muertos se multiplican como nunca. En la misma tesitura, Amnistía Internacional llamó “incongruente” a la política de derechos humanos de este Gobierno.
Las oleadas de realidad pegan, pues, y pegan duro. Y sin embargo, lo más probable es que el Presidente no ordene sacar los salvavidas. Porque, en lo sustancial, nunca lo hace. La realidad es la recesión, pero aquí vamos requetebién y somos felices. La realidad es que la producción de petróleo cayó en 100 mil barriles, pero aquí nos dicen que, por primera vez en años, ¡aumentó! La realidad es el desabasto de medicinas.
Por supuesto, los únicos inmunes son el Presidente y su equipo, que nos invitan a festejar al Zócalo. A los demás, la realidad nos pega con todo.
Consíganse salvavidas.