Evaluar el desempeño de un presidente a partir del desempeño de la economía durante su mandato es una tarea compleja. En definitiva, atribuirle por completo la responsabilidad a una administración sobre cómo le fue al crecimiento del Producto Interno Bruto, a la inflación, a la moneda, a las exportaciones, la inversión, las tasa de interés o alguna otra variable económica o financiera no es del todo correcto. En consecuencia, debe uno ser cuidadoso en identificar si las causas por las cuales una de estas variables mejoró o empeoró son atribuibles, en primer lugar a factores locales o externos. Una vez definido eso, debe tenerse todavía más cuidado en detectar si ese factor local o externo puede ser atribuible a alguna acción del gobierno. Por si fuera poco, en el caso en el cual existiera algún factor local que no fue resultado directo de alguna acción del gobierno, todavía faltaría plantearse la pregunta de si la causa raíz pudo ser producida por algún discurso, comentario o por el sentir de los consumidores o productores respecto a alguna postura del gobierno.

Como pueden ver, tratar de aislar todos estos factores para poder entender la razón del desempeño de la actividad económica es una tarea que compleja. En el caso de la economía mexicana, precisamente nos enfrentamos con ese problema si quisiéramos evaluar el desempeño del primer año de AMLO. Lo que está muy claro es que el primer año de la Cuarta Transformación enfrentó una situación difícil tanto en el plano internacional como en el nacional. Asimismo, desde mi particular punto de vista, la ecuación se tornó más compleja porque el nuevo gobierno recibió un ya complicado panorama local que se tornó todavía más difícil con algunas decisiones y con la manera de operar las estrategias que culminaron en el cumplimiento de 89 de los 100 compromisos asumidos hace un año de los 100 por AMLO, de acuerdo con su discurso de este domingo en el Zócalo de la Ciudad de México.

 

Dicho todo esto, puedo aventurarme a concluir que el balance para la economía mexicana tras el primer año de AMLO – ya tomando en cuenta la compleja composición de causas atribuibles y las no atribuibles al gobierno de la 4T – fue negativo.

 

En primer lugar, la economía mexicana entró en recesión técnica por primera vez en la última década, luego de tres trimestres consecutivos de caídas del PIB. De acuerdo con la información de INEGI más reciente sobre actividad productiva, el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) dio cuenta de un retroceso anual de 0.3% en septiembre de 2019, con caídas anuales de 2% y 3% anuales en los sectores industrial y de servicios, respectivamente. A su interior, sobresale un debilitamiento sustancial de la actividad de la construcción, al tiempo que la industria manufacturera se encuentra en un claro estancamiento. Desafortunadamente, también sobresale una caída anual de 2% en septiembre de la minería, mientras que la extracción de petróleo y gas cayó casi 6​% anual.

 

En tanto, el indicador de consumo privado, reportado por el INEGI, denota también un estancamiento, con un avance anual de apenas 0.1% en agosto de 2019 (información más reciente). Por el lado de la inversión en formación bruta de capital, la cosa es más desalentadora. Ahí cabe señalar que desde la segunda mitad del sexenio pasado venía consolidándose un debilitamiento de la formación de capital, particularmente el relacionado con la inversión productiva y en infraestructura. Lo que ocurrió durante el primer año de AMLO fue que la tendencia negativa simplemente se extendió un año más.

 

En el sector exportador, el panorama es menos sombrío, aunque no es nada positivo. Las exportaciones totales se desaceleraron fuertemente, al pasar de un crecimiento de 12% anual en octubre de 2018 a uno de 5% anual en octubre de 2019. Esto explicado por una desaceleración de las exportaciones manufactureras (las cuales pesan cerca del 80% de las exportaciones totales de México) de 11% anual a 7% anual en el mismo periodo. Lo que resulta apabullante, fue el desplome de las exportaciones petroleras, de 51% anual a -28% anual, reflejando claramente dos factores importantes: (i) el debilitamiento de la economía global, y (ii) la terrible situación de Pemex, donde si podemos identificar causas atribuibles a la nueva administración y su falta de estrategias confiables y asequibles para resolver la situación financiera y productiva de la empresa petrolera.

 

¿Hay algo positivo?

Definitivamente si lo hay. Por ejemplo, el gobierno logró incrementar el salario mínimo en un 36% sin implicaciones inflacionarias. Es muy debatible si existen efectos tangibles sobre esta medida en el bienestar de los mexicanos – a eso no nos enfocaremos en esta ocasión – pero a los ojos de su electorado, en definitiva esto es un logro importante. La inflación logró pasar de 4.9% anual en octubre de 2018 a 3.2% en octubre de 2019, muy cercana al objetivo de 3% anual de Banco de México y dentro de su rango de variabilidad de +/- 1%.
Otra situación positiva la encontramos dentro de las finanzas públicas. Hubo algunos recortes favorables dentro del gasto corriente, otros no tan buenos dentro del gasto público en infraestructura productiva y en el marco institucional, pero en balance, la Secretaría de Hacienda ha logrado mantener a México por la senda de la consolidación fiscal y con la posibilidad de mantener un superávit primario.

 

No obstante, persisten los riesgos y retos hacia delante de qué tanto tiempo puedan ser sostenibles finanzas públicas sanas.
Adicionalmente, la economía en este primer año ha logrado también mantener (todavía) sus fundamentales macroeconómicos sólidos, el grado de inversión crediticia y niveles de riesgo país dentro de los niveles promedio del país.

 

Si ponemos todo en una balanza, creo que se ve un balance negativo sobre el desempeño económico en el primer año de gobierno de AMLO y, desafortunadamente, los factores positivos penden de un hilo y están más cerca de un deterioro que de un fortalecimiento. Y por si fuera poco, el sector externo poco podría ayudarle a AMLO en los siguientes cinco años de su gobierno, pues existen indicios de que el mundo está peligrosamente cercano a un debilitamiento económico que pueda conducirnos a una recesión global.

 

Hacia adelante, será fundamental el programa que anunció AMLO hace unas semanas para reactivar a la economía entre 2020 y 2024. Pero también es muy importante que la nueva administración haga una pausa, reflexione y trate de ajustar las estrategias, discursos y acciones que tienen en puerta para no continuar deteriorando la percepción de las principales fuerzas económicas de este país.