A cualquier nuevo Gobierno le pasa. No conocer el ejercicio del poder hace imaginar metas que muchas veces resultan inalcanzables. Pero en esta nueva prórroga que pide el presidente Andrés Manuel López Obrador a sus seguidores para dar resultados, habrá que ver si se ha aprendido lo suficiente del arte de gobernar.
La situación económica interna y la gobernanza son nada más, y nada menos, los dos terrenos donde no han dado resultado sus planes y por lo que pide más tiempo.
¿Dónde estará este país dentro de un año, cuando seguramente el presidente López Obrador volverá a reunir a los suyos en el Zócalo para festejar el segundo aniversario en el poder?
No hay manera sensata de poder anticipar con certeza absolutamente nada. Lo que queda es proyectar, con base en las estrategias de Gobierno, qué podría ocurrir.
Que los expertos en seguridad anticipen si mantener la estrategia de abrazos y no balazos logrará finalmente bajar los índices delictivos desde los niveles máximos históricos alcanzados este año.
Pero en materia económica, si se mantienen las estrategias como hasta hoy, no es previsible que haya mucho cambio en los niveles actuales de estancamiento.
Es un hecho que la base de comparación estadística habrá de favorecer algunos resultados y entonces los trimestres por venir empezarían a pintar en el terreno positivo. Pero sin grandes cambios reales.
¿Qué sí podría mejorar a la vuelta de un año en materia económica? Si la inflación se mantiene estable en torno a la meta del Banco de México y si aumenta la masa salarial, habría una mejora en el poder de compra para algunos de los trabajadores de menores ingresos que logren conservar el empleo durante 2020.
¿Dónde estaría el mayor lastre para que en materia económica a la vuelta de un año pueda haber realmente un cambio positivo que se sienta? Básicamente, en la confianza.
Hace un año, cuando arrancaba esta administración ya se había provocado un severo daño a la confianza de los inversionistas con la muy mala decisión de cancelar, por capricho, la construcción del aeropuerto de Texcoco.
Sin embargo, había expectativas de crecer cerca de 2%. Los niveles de confianza de los inversionistas, de los analistas y ni qué decir de los consumidores se mantenían relativamente estables. Y los niveles de inversión que acompañan a la confianza no se habían derrumbado como los vemos ahora a finales del año.
Hoy hay desconfianza y bajas inversiones. Las expectativas del desempeño económico de los expertos no han parado de deteriorarse. Y no que ve que el Gobierno quiera cambiar sus estrategias de usar un elevado gasto asistencialista como un supuesto motor de crecimiento.
La falta de crecimiento, y sus consecuencias en los ingresos públicos, podría presionar la necesidad de financiamiento del gasto gubernamental y empezar a generar problemas financieros que hoy no tenemos en las finanzas públicas.
No hay manera de saber cómo estará la economía, la seguridad pública, dentro de un año. A juzgar por lo que se ve, no muy bien.