Es la víspera del 12 de diciembre y el éxodo de peregrinos no cesa. Los fieles llegan a pagar mandas, agradecer milagros, pedir el regreso de algún hijo desaparecido, que pare la violencia en el país, prometer rectificar el camino o solo por el gusto de estar en la Basílica de Guadalupe y contemplar la imagen de la Virgen de los mexicanos.
Los visitantes llegan en autobuses, camionetas, a pie o en bicicleta de todos los rincones del país y de otras naciones como Canadá, Estados Unidos, Corea, Colombia o Japón. Los testimonios de milagros y el rosario de peticiones es tan grande como la fe que los trajo hasta aquí.
Jesús Gilberto Romero Lima, agricultor y artesano de talavera de San Pablo del Monte, Tlaxcala, cumplió este año su tradicional manda: caminó casi 200 kilómetros durante cuatro días para llegar a las faldas del Cerro del Tepeyac y dar las gracias por la salud de su hija.
Como un Pípila moderno, caminó solo días y noches por la autopista Puebla-México, y por carreteras tlaxcaltecas, cargando en la espalda una imagen de yeso de la Virgen de Guadalupe de más de un metro, una pequeña maleta y una cobija para protegerse del frío en el trayecto.
“Mi hija se quemó las córneas con pólvora y me dijeron que ya nunca iba a recuperar la vista, pero gracias a Dios y a la Virgen de Guadalupe la operaron y quedó bien. Fue casi un milagro, nos dijo la oftalmóloga. Eso fue hace 10 años y desde entonces yo vengo cada 12 de diciembre a dar gracias. Vengo solo cada año”, comentó el peregrino de 50 años de edad.
Armando llegó desde Tula, Hidalgo, en una peregrinación en bicicleta. “Somos como 60 que cada año venimos a dar gracias por nuestras familias, por la salud, por el trabajo, pero también a pedirle este año que termine la violencia y la inseguridad en Hidalgo. Tardamos 15 horas en llegar a la Basílica”.
“Es mi primer año, pero tengo una petición muy especial para la Virgen de Guadalupe que no puedo decir. También vengo a darle gracias a la virgencita por todo lo que me ha dado”, comentó Gustavo González, joven veinteañero, quien junto con su familia llegó desde Ixhuatlán del Café, Veracruz.
Otros como Esteban Sánchez, originario de El Oro, Estado de México, viene con la promesa de dejar el alcohol y las drogas. “Cada año vengo para que me de fortaleza de dejar mis vicios. Es difícil pero con fe se puede. Espero no recaer”.
Las historias se repiten. Las peticiones de salud, de empleo, de seguridad son las mismas de los peregrinos que vienen lo mismo de Xochimilco que de Michoacán, Veracruz o Guerrero. Todos cansados por el largo camino, pero contentos de estar en la víspera de la festividad.
EFVE