…y reapareció Luisa María Alcalde.
No estuvo en las negociaciones con Estados Unidos.
Tampoco para defender el empleo en México ante la embestida de Washington.
Y menos para garantizar el pleno funcionamiento de la planta productiva y comercial del país.
Pero sí para dar una clase de economía.
Primero lo primero:
Nominada secretaria del Trabajo, la hija de abogado sindical y madre de aspirante a dirigir Morena estuvo en las negociaciones del nuevo acuerdo comercial.
Se sentaba al lado de su antecesor peñista Roberto Campa Cifrián cuando el ex secretario de Trabajo de Estados Unidos, Alexander Acosta, exigía inspectores laborales suyos en México.
En especial, subrayó Acosta, era necesaria la vigilancia de la democracia sindical para una relación sana entre los factores de capital.
-Yo estoy de acuerdo. Que Estados Unidos vigile la democracia en los sindicatos mexicanos –dijo ella.
Su deseo está a punto de ley.
Con una salvedad: se les llamará agregados, no inspectores.
UN MENSAJE DE PAZ
Las pláticas tensas de 2018 llevaron a otro tema.
Los negociadores estadounidenses destacaban el incumplimiento de las leyes mexicanas, al grado de no tener contratos, prestaciones, sin observancia de la ley.
-Empecemos por aclarar –acotó la representación mexicana encabezada en este capítulo por Roberto Campa Cifrián-: ¿qué porcentaje de trabajadores de Estados Unidos están sindicalizados?
-Más o menos 13% –contestó el grupo de Acosta-, ¿y ustedes?
-El 20%… pero un dato: ustedes hace un par de años tenían más del 15% sindicalizados y hoy tienen menos. Van a la baja y en eso les llevamos ventaja. Por algo será.
La delegación de Washington calló y el tema de supervisión laboral quedó fuera del T-MEC, aunque se habló de la disparidad salarial.
Hoy, el Gobierno de Donald Trump ataca por una ley alterna con agregados para presionar y cuya presencia –usted lo verá- no será rechazada.
Pero México manda un mensaje de conciliación con el alza salarial de 20% porque, subrayó Luisa María Alcalde, es un alto de justicia y de ninguna manera afectará el índice inflacionario.
A ver si Estados Unidos lo da por bueno y cede en sus pretensiones tutelares.
DESCOORDINACIÓN
Aparte del descontrol entre funcionarios, las negociaciones del T-MEC mandan muchas malas señales.
En el sexenio pasado, cuando Donald Trump obligó a renegociar el tratado con resultados hoy del todo favorables para él y su campaña-, el gobierno de Enrique Peña trabajaba unido.
Hoy no.
Cuando el subsecretario Jesús Seade perdía el rumbo y llegaban malas señales de Washington, hace más de dos semanas, desde Palacio Nacional se le mandaron refuerzos de distintas áreas.
Destacaron el canciller Marcelo Ebrard y el secretario de Hacienda Arturo Herrera.
Las representaciones de los tres países se arreglaron, firmaron y el Senado mexicano se apresuró a aprobar sin saber qué pasaría en Washington y Ottawa.
Hoy todos los negativos se descargan en Seade, pero no debe darse por sorprendido porque tuvo toda la información desde el Gobierno pasado.
Y entonces no había leyes de al lado ni, expresión suya,letras chiquitas o golpes bajos.
Estos se dieron con la amenaza de gravámenes, hoy convertida en espada contra competencia laboral desleal y castigada con impuestos a las exportaciones mexicanas.