Esa imagen del subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, sentado solo frente a las delegaciones de Estados Unidos y Canadá en la recta final de las negociaciones del acuerdo comercial, al que llamamos T-MEC, es muy significativa de lo que ocurre en este Gobierno.
En la 4T las instituciones no importan, solo vale lo que crea el Presidente y por lo tanto a quien le tenga confianza para determinadas tareas, aunque no sean de su competencia o impliquen marginar a la autoridad que debería ser la indicada.
En la urgencia del presidente Andrés Manuel López Obrador de sacar adelante la ratificación estadounidense del T-MEC, hizo que su único negociador mandara una señal que es equivalente a que una bestia de la negociación como lo es Donald Trump pudiera percibir el miedo mexicano de no concretar el acuerdo y no lo dejó pasar.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue negociado entre pares, con las claras desventajas del socio débil, pero siempre en el entendido de ser tratados como iguales. Se confirmó un equipo de funcionarios expertos y se dio siempre su lugar a los empresarios en el llamado Cuarto de Junto.
No fue una negociación perfecta, recuerdo que apareció una carta azucarera paralela que limitaba el mercado de ese endulzante. Pero aun así fue un trabajo institucional.
Ahora que Estados Unidos, en sus reglas internas de implementación que debe aprobar el Congreso, aparece la figura de los inspectores laborales que deberán palomear la aplicación de la reforma mexicana en esa materia, es cuando quedan en evidencia esos métodos autoritarios de llevar las negociaciones desde una sola visión.
Cuando los empresarios del Cuarto de Junto advirtieron la intensión estadounidense de incluir a estos inspectores y veían que el negociador mexicano podría aceptar esa figura, lo que sucedió es que fueron excluidos de tener acceso a los detalles de las pláticas entre los Gobiernos.
Ahora que aparece esta intensión intervencionista por parte del gobierno de Donald Trump es cuando queda claro que no fue conveniente tener un súper negociador único y que un Gobierno es una institución donde deben participar equipos de expertos.
Y es en este momento, en que está presente la amenaza de ser vigilados por un gobierno extranjero, cuando recordamos cómo los senadores de Morena impulsaron una aprobación en tiempo récord de lo renegociado. Vamos, fue tan rápido que no era humanamente posible leer en tan poco tiempo las dos mil cuartillas del nuevo texto competo.
El senado mexicano debió haberse tomado su tiempo, enterarse lo que tenían que aprobar y acompañar los procesos legislativos de los otros dos países para evitar quedar en ridículo por segunda ocasión por esas prisas de obedecer a pie juntillas al titular de otro poder de la Unión.
Es posible que aún con una mayor carga de institucionalidad por parte de México para renegociar el acuerdo comercial, el gobierno de Estados Unidos habría incluido esta figura en sus procesos internos, pero habría menos cuestionamientos sobre la manera autoritaria de hacer las cosas por parte del Gobierno mexicano.