En 1951 se creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. La formación de este bloque iba más allá del deseo y la necesidad de comerciar con los dos bienes señalados en su nombre: los seis países que lo integraban, entre los cuales estaban Alemania y Francia, aspiraban a una paz duradera y para ello se necesitaba tener control sobre las materias primas utilizadas para fabricar armas.

Con el tiempo, esta comunidad evolucionaría a lo que hoy conocemos como Unión Europea. Pasó de comerciar carbón y acero a tener una moneda común, una zona comercial con amplias libertades, gran movilidad laboral e incluso la aspiración a una ciudadanía común. Otras regiones del mundo han intentado seguir este ejemplo, pero no lograron alcanzar el estándar europeo. En contraste, fuerzas de derecha amenazan con desintegrarlo.

La reciente victoria del Partido Conservador en Reino Unido, liderado por el ahora primer ministro Boris Johnson, y la marcada derrota del Partido Laborista, comandado por Jeremy Corbyn, en bastiones anteriormente predominantemente laboristas, dejan muy poco espacio para pensar que esa nación continuará en la Unión Europea. No solamente se trata del triunfo de ideas nacionalistas y xenófobas, sino de lo que podría implicar el inicio de una regresión desintegradora para la región que hasta la actualidad era claro ejemplo de cooperación entre países.

Durante décadas, en el centro de la discusión del proceso de formación de la Unión Europea se encontraba el dilema sobre cómo lograr el balance correcto entre compartir y respetar la soberanía nacional. La actual situación en la UE demuestra lo difícil que resulta crear una cultura común que vaya más allá de lo comercial. Es prueba también de lo redituable que puede ser para una plataforma política incluir discursos basados en el miedo y la intolerancia, que busquen la división y no la unidad. Parecería que la balanza se inclina por la decisión de no compartir la soberanía.

La salida de Reino Unido de la Unión Europea tendrá diversas implicaciones para su estabilidad, pues al tratarse de uno de sus principales integrantes, habrá lugar a un fuerte cuestionamiento sobre el futuro de la región. Al mismo tiempo, avivará otros movimientos nacionalistas que pugnan por el aislacionismo, comparten ideas similares e hicieron posible que Boris Johnson se alzara con la victoria. Recuérdense, por ejemplo, las elecciones de Francia en 2017, cuando el Partido Conservador estuvo a punto de llegar a la presidencia, con ideas altamente similares a las impulsadas por Johnson.

Actualmente, las ideas viajan a una velocidad impresionante y, por ello, en este contexto mundial en que las políticas divisionarias se enfrentan a las que pugnan por lograr la igualdad, debemos permanecer vigilantes y alertas. Tenemos que aprender de los acontecimientos de otras latitudes donde los discursos de odio y de miedo están llevando a las sociedades a la polarización. Ante estos fenómenos, hay que mantener la unidad, pues sólo así podremos avanzar y lograr la sociedad a la que aspiramos.

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