Esto se ha vuelto insostenible. Para todos. Sin metro, sin tren, con embotellamientos de hasta 650 kilómetros en sus vías de acceso, París recuerda una gigantesca ratonera repleta de millones de almas robotizadas con nervios de punta. Resulta una tarea agotadora enfrentarse al caos que arrastra tras de sí esta huelga masiva en los transportes públicos.
El movimiento paraliza a Francia desde hace más de dos semanas y promete prolongarse por tiempo indefinido, simplemente porque ni el Gobierno ni los sindicatos dan su brazo a torcer en la feroz batalla por las jubilaciones, el pilar del Estado de Bienestar francés. Como ya es costumbre en la patria de la Revolución, los malestares sociales se exhiben en la calle, ya sea a través de protestas ruidosas -a menudo salpicadas de gases lacrimógenos-, o mediante bloqueos totales de sectores descontentos.
¿Por qué tanto escándalo si los franceses tienen el mejor sistema de pensiones del mundo y lo que les propone Macron suena sensato?-, me preguntan a diario desde el extranjero. Y se me ocurren dos respuestas: 1) porque en realidad la reforma de las jubilaciones que quiere imponer el Gobierno (que básicamente consiste en suprimir los 42 regímenes especiales para pasar a un sistema universal por puntos igual para todos) cristaliza un sinnúmero de desconfianzas, miedos e inquietudes hacia el futuro; 2) porque la mayoría de los empleados teme que el proyecto de Macron suponga trabajar más y cobrar menos.
Hace más de medio siglo los estudiantes idealistas que levantaban barricadas en París durante la revuelta del “Mayo francés 68” acuñaron el poético eslogan “bajo los adoquines, la playa”. Hoy, entre las reivindicaciones más entusiastas, aparece la de “bajo el Árbol de Navidad, la huelga”, tan inspirada en aquella metáfora sesentaiochista. Sí, este es el aroma navideño que recorre las calles de Francia en diciembre anno domini 2019.
Pese a escenas de empujones, insultos y hasta golpes en los andenes de las pocas líneas de metro que funcionan, pese a que un empleado que trabaja en París y vive en las afueras necesita hasta 6 horas al día para hacer el trayecto casa-oficina-casa, pese a pérdidas multimillonarias en comercios, hoteles y restaurantes, la mayoría de los franceses, un 57% mientras escribo estas líneas, sigue apoyando esta huelga, las más amplia en el país galo desde 1995.
De nuevo se asoma el French Paradox; por un lado se aplaude a los huelguistas, por otro se pide el cese de hostilidades para desplazarse y pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo en familia. Pero no se puede tener la mantequilla y el dinero de la mantequilla. Los sindicatos ya dejaron claro que no habrá tregua navideña. Y de pronto, el lema “bajo el árbol de Navidad, la tregua” rivaliza con con el surgido más recientemente: “All I Want for Christmas Is You”. En la palabra “you” el dedo apunta enérgicamente al vagón del metro y del tren. ¡Feliz Navidad!