Un error de un temporizador impidió el viernes que la nueva cápsula de Boeing Co alcanzara la órbita que necesitaba para llegar a la Estación Espacial Internacional, dijo la NASA, lo que interrumpió una importante prueba de misión no tripulada.
La nave espacial CST-100 Starliner de Boeing, una cápsula en forma de cono con siete asientos para astronautas, despegó desde Cabo Cañaveral a las 1136 GMT sobre un cohete Atlas V desde la plataforma de lanzamiento de naves espaciales United Launch Alliance (ULA) de la compañía Lockheed Martin .
Minutos después del despegue, Starliner se separó del propulsor de cohetes principal.
La prueba era un hecho histórico para la firma aeroespacial estadounidense, que compite con SpaceX para potenciar las capacidades de realizar vuelos tripulados de la NASA.
La prueba es uno de los hitos más desafiantes requeridos por el Programa Comercial de Tripulación de la NASA, para certificar la cápsula en caso de eventuales vuelos espaciales con humanos, un objetivo retrasado desde hace años por obstáculos en el desarrollo de los proyectos de Boeing y SpaceX.
El nuevo plan es que la cápsula vuelva a la Tierra y aterrice el domingo en White Sands, Nuevo México, dijo en rueda prensa el ejecutivo de Boeing Jim Chilton.
Ese es el lugar de aterrizaje que se habría utilizado si la cápsula hubiera completado su estadía prevista de una semana en la estación espacial.
Boeing recibió 4.200 millones de dólares y SpaceX de Elon Musk recibió 2.500 millones por parte de la agencia espacial de Estados Unidos para desarrollar sistemas independientes de cápsulas capaces de transportar astronautas a la estación espacial desde territorio estadounidense por primera vez desde que el programa de transbordadores espaciales fue retirado en 2011.
El programa, destinado principalmente a poner fin a la dependencia de Estados Unidos del programa espacial de Rusia para viajar a la estación espacial, inicialmente esperaba sus primeros vuelos tripulados en la Starliner y la cápsula Crew Dragon de SpaceX a fines de 2017.
En uno de los asientos para astronautas del Starliner el viernes había un maniquí llamado Rosie, equipado con sensores para medir la presión que soportaría un verdadero astronauta al ascender a la estación espacial y también durante el reingreso hipersónico a través de la atmósfera en la Tierra.
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