La regulación de los mercados es de naturaleza particular ya que, a diferencia de lo que se podría creer, son distintas autoridades las que intervienen en su funcionamiento.
Por un lado, la regulación y el impulso económico de los mismos correspondería a la Secretaría de Desarrollo Económico, mientras que las Alcaldías tienen la obligación de administrar y dar mantenimiento a los mismos.
A pesar que las decisiones que se toman en esta materia en muchos de los casos son de carácter colegiado, la realidad es que hay un foco rojo en la mayoría de los mismos; por ejemplo es común que los accesos hayan sido tomados, igual que los estacionamientos, por comercio en vía pública o con almacenes temporales, de manera autorizada o tolerada por el nivel de Gobierno más cercano.
La falta de mantenimiento, por otro lado, también afecta en materia de Protección Civil; cada descuido en este rubro por parte de la autoridad incrementa el riesgo de los usuarios, mismo que ha quedado en evidencia por los incendios recientes.
Como sabemos, los mercados públicos al ser inmuebles propiedad del gobierno están obligados a contar con un programa interno de Protección Civil; lamentablemente, en la mayoría de los casos no cuentan con este elemento.
Si sumamos a la falta de interés en el tema de prevención y la poca inversión que hacen las Alcaldías en la materia, nos encontramos que las condiciones bajo las que operan los mercados son de alto riesgo, tomando en cuenta que hay instalaciones de gas, cableado eléctrico en malas condiciones, extintores sin el mantenimiento adecuado (en el mejor de los casos), salidas obstruidas y alta concentración de gente.
Por tanto obtenemos una fórmula que es poco deseable para los capitalinos en caso de un desastre.
En general, son varios temas los que han pasado por alto las autoridades en los mercados públicos: la falta de atención al uso y actualización de giros; una visión que permita el potenciarlos y desarrollarlos adaptándose a los cambios tecnológicos, considerando que la mayoría de los locatarios tienen edades superiores a los 40 años; los nuevos modelos de negocio y el desarrollo de la ciudad que en muchos casos ha propiciado competencia desleal o condiciones de aislamiento.
Esto se suma, como parte de la preocupación de los locatarios a bajas ventas, el incremento de los precios y la inseguridad tanto interna como externa de los inmuebles.
Es necesario la creación de estrategias que permitan reconocer el valor cultural e histórico de los mercados públicos, una inversión para la actualización de su infraestructura de manera seria, con programas de rescate de largo alcance, y no solo propuestas de remodelación aisladas que llevan a que el mantenimiento se dé en cada espacios en promedio de cada cinco años, así como estudios que permitan poner al alcance de los locatarios experiencias de negocio nacionales e internacionales que se sumen al modelo tradicional y propuestas de las autoridades que ayuden a la economía local.
Como capitalina y clienta frecuente de varios mercados, tengo que reconocer que aun que los horarios pueden ser una restricción, siempre preferiré la mejor calidad de los productos, el trato personalizado y cálido así como los precios. Los invito a explorar los diferentes mercados públicos de la ciudad.