No se explica cómo es que en su mensaje de año nuevo el presidente Andrés Manuel López Obrador insistió en su discurso de división, justo cuando el país requiere de unidad para enfrentar un año que desde el inicio se ve sumamente complicado.
Tal vez él tenga otros datos y por eso decidió no soltar el discurso de campaña que tan bueno resultados le ha dado en sus primeros 13 meses de Gobierno.
Pero el plazo para el aprendizaje del nuevo Gobierno ya concluyó.
Desde ahora el Gobierno no podrá argumentar sin justificación que la culpa de la mala administración política y económica es culpa de Felipe Calderón, y quizá, de paso explicar a todos los mexicanos cómo es que su antecesor, Enrique Peña Nieto, ha sido exculpado de facto del “desastre’’ que según él heredó.
El año que recién concluyó fue un año perdido; 35 mil homicidios dolosos, la cifra más alta en décadas, crecimiento económico en cero, órganos autónomos bajo acecho, entre otros.
Y si bien López Obrador justificó tales hechos como parte de la herencia que recibió, en 2020 se acabaron los pretextos.
Lo deseable en este año nuevecito es que el Presidente se asuma como Jefe de Estado y deje el papel de líder de oposición; que el discurso de odio que fomenta a diario cambie por el de conciliación y que haga más notables las coincidencias que las diferencias.
Que el gabinetazo esté también a la altura y se deje de pleitos de vecindad, como el que recientemente protagonizó Irma Eréndira Sandoval con Denise Dresser y Sergio Aguayo quienes cuestionaron su actuación en la supuesta investigación que acabó con la exoneración de Manuel Bartlett.
López Obrador aseguró en su mensaje que quedaban “pendientes’’ como la inseguridad, pero no puede desestimar el crecimiento económico que abona precisamente a la falta de seguridad.
La zozobra es el signo distintivo del año que recién comienza.
Ojalá en los primeros días del año el Gobierno asuma decisiones que la cambien por certeza en el rumbo.
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El gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, madrugó a sus gobernados y les recetó nuevos impuestos a los precios de las gasolinas, el gas, el hospedaje a través de las plataformas digitales y hasta a los bienes empeñados.
Y si bien se puede cuestionar la forma en la que el gobernador se valió de la mayoría de Morena en el Congreso local, que no tuvo empacho en atropellar los procesos legislativos, hizo lo que otros gobernadores tendrán que hacer para cubrir sus cuentas este año.
La reducción de las participaciones federales hará que los gobiernos estatales busquen obtener mayores recursos por sus propios medios.
Algunos ven en el impuesto predial una parte de la solución; los impuestos por hospedaje y hasta revivir el cobro de tenencia vehicular en los estados en los que se dejó de cobrar.
Incrementar también el impuesto a la nómina, aunque sea en un punto porcentual, también es una medida analizada por varios gobiernos estatales.
Así que criticado y todo, al final Bonilla ha sido el primero en atreverse a aumentar los impuestos de sus gobernados, por impopular que sea la medida.
Al fin que solo serán dos años.
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Entre los temas que tiene el Senado pendiente para analizar en el siguiente periodo, que comienza en febrero, está la polémica ley de Napoleón Gómez Urrutia para criminalizar el outsourcing.
Ricardo Monreal detuvo la intentona en diciembre pasado pero el tema no está muerto.
A ver cómo le hace el zacatecano para lidiar con quien pretende ser el Fidel Velázquez de la 4T.