Alrededor de 70 familias originarias de Michoacán y Guerrero, principalmente, construyeron con casas de campaña, plásticos y cobijas, un refugio a un lado del puente Santa Fe-Paso del Norte, en Ciudad Juárez, Chihuahua.

Llegaron hasta ahí desplazadas por la violencia que se vive en sus estados y aguardan a ser recibidas por las autoridades migratorias de Estados Unidos para solicitar asilo.

“Nos vinimos huyendo de la amenaza de la delincuencia; en Vallecillos vivíamos de hacer pan con leña del campo, cultivábamos la tierra con maíz y frijol, criábamos puercos, gallinas”, expresó una señora quien pidió no citar su nombre por temor a represalias, pues en esa localidad del municipio de José Azueta, Michoacán, todavía habita parte de su familia.

En entrevista con Notimex, comentó que viven de lo que les envía uno de sus hijos y de lo que les llevan los habitantes de Ciudad Juárez y El Paso.

Contaron que para hacer sus necesidades fisiológicas o bañarse van a los sanitarios de un hospital cercano, un hotel o usan los servicios de la caseta de peaje, donde a partir de las nueve de la noche les cierran las puertas y deben buscar otro sitio.

“Nuestras tierras son muy envidiadas porque producen de todo, no hay que esperar el temporal para sembrar. Las familias, incluyendo mi papá, no pueden salir de ahí, están atemorizados. Cuando el gobierno va, llega a catear casas en el pueblo en lugar de ir a buscar a los delincuentes”, expresan.

Por ello, solicitaron que el presidente Andrés Manuel López Obrador conozca las condiciones que privan en sus lugares de origen para se lleven a cabo acciones que terminen con el asedio de los grupos delictivos.

LEG