No hay buenos pronósticos.
El descrédito de los partidos ha alcanzado al oficialista Morena y de la oposición no hay referencia.
No al menos para movilizar a la sociedad y aprovechar los errores del Gobierno, sobre cuyo desprestigio busca reposicionarse.
Hidalgo y Coahuila, indican las encuestas, serán testigos del desinterés colectivo por las elecciones, por la vida pública, por los políticos.
Como es mayoría, pese a todo, Morena resulta el principal referente.
La administración surgida de su caudillo no ha dado la satisfacción deseada, aunque él mantenga altos sus indicadores de popularidad.
Para desgracia de su formación, los pleitos internos y la lucha por el poder y su dinero proyectan la peor de las imágenes.
Ha encarnado, con todos sus vicios, al PRD, semejanza imposible de evitar dado su origen.
Hoy Bertha Luján y Yeidckol Polevnsky personalizan esa lucha, aunque atrás aparezcan como posibles y lejanos contendientes Mario Delgado y Alejandro Rojas Díaz-Durán.
EL MÉRITO DE ROJAS
Como el jefe nato de Morena manda señales equivocadas, la lucha es sin cuartel y sin fin.
Así seguirá el año.
Es la mejor manera de no tomar partido por ninguno de los aspirantes y dejar a Yeidckol Polevnsky por cómoda y manipulable.
Y no porque Bertha Luján fuera a actuar con alguna independencia, sino porque se trata de evitar una política tribal de consecuencias irreparables.
En este sentido la lucha de Alejandro Rojas Díaz-Durán adquiere trascendencia.
Suya fue la pelea jurídica que evitó la caída al barranco de ese partido con unas elecciones destinadas al fracaso.
Sin padrón, sin identidad y sin personalidad jerárquica, no serían confiables ni el proceso ni los resultados, fuesen por consulta o por elecciones.
Dicho de otra manera: Morena deberá esperar la voz inequívoca de su amo antes de lanzarse a una aventura de renovación de dirigencia.
Hoy, salvo un poco probable manotazo desde Palacio Nacional, va a unas elecciones desprestigiada como organización y debilitada por los fallos gubernamentales.
¿EXISTEN LOS DEMÁS?
Del resto de los partidos hay pocas noticias.
Hasta ahora el más sólido opositor al Gobierno es el PAN, aunque debilitado desde el poder.
Hábil en el discurso, la voz de Palacio Nacional aprovecha la desgracia de Genaro García Luna para tratar de hundir a Felipe Calderón.
¿Por qué?
Porque el ex presidente está en pláticas cada vez más intensas para regresar o coordinarse con la dirección de Marko Cortés.
El y muchos cuadros más serán las próximas sorpresas.
Dante Delgado negocia con políticos regionales para dar competitividad a su Movimiento Ciudadano y muchos de ellos serán candidatos en 2020 y 2021.
Y en el PRI Alejandro Moreno Alito empieza a recoger los cacharros dejados por la administración de Enrique Peña y sus dirigentes impuestos y sin base.
No hace falta imaginación para medir la tarea de Alito: en 25 estados no hay dirigentes estatutarios porque su plazo venció o hay simples encargados.
Es el caso de la Ciudad de México, encomendada al hidalguense Francisco Olvera y sin figuras frescas para ofrecer a su partido y a la ciudadanía.
Increíble el desastre dejado por Peña y su desprestigiado equipo: nada queda de aquel partido gobernante y sí todo el daño de su corrupción e ineficiencia.