No todas las críticas al Gobierno vienen de los sucios neoliberales, no. La imposición de proyectos demenciales bajo el patoso engaño de las consultas ha terminado por sublevar a organizaciones como el zapatismo, perfectamente libre de filias capitalistas, que dijo hace unos días que al Tren Maya se va a oponer al precio que sea.
¿Esperaba el Presidente que los zapatistas se plegarían a sus decisiones sin chistar? ¿Imaginó que su popularidad daba para tanto, a pesar de sus desavenencias con el (ex) Sub Marcos? A saber. El hecho es que ese conflicto, al margen de su resolución, le ha pasado ya factura. Porque cuando los zapatistas te dicen que tus consultas son un fraude, y que tu proyecto responde a los intereses del gran capital, y que desatiende a las voces de los pueblos originarios, y que es atentatorio contra el medio ambiente –acusaciones, salvo la del gran capital, perfectamente justas–, lo que te pasa es que se cierra la pinza: las críticas vienen desde la derecha y desde la izquierda. Desde la racionalidad económica, empresarial, financiera: desde la “tecnocracia”, y desde “la resistencia”, esa palabra que tanto gusta a los obradoristas duros… salvo cuando alguien la practica contra su líder.
No solo es el Tren Maya. Son detallitos, dirán muchos. La popularidad del Presidente es todavía enorme. Va. Pero uno de los pilares de AMLO es la lucha contra la corrupción, y su campeona en esas lides, Irma Eréndira Sandoval, defendió sin pudores a Manuel Bartlett. (Y no, retuitear un artículo de su marido dedicado a defenderla no la va a sacar del fuego). Tampoco van mejor las cosas con su otra apuesta, Pemex: la producción va en picada, y las mentiras dichas sin pudores no lo esconden. También, lo hemos visto, es una pesadilla cotidiana la inseguridad, porque no hay modo de que la gente te perdone a sus muertos y la sandez ese “atender a la raíz de los problemas” nomás no jala. Como terminó por volverse una pesadilla lo del T-MEC, tan cacareado: Seade perdió el estilo, y se notó. Y como se dejó ver que lo del avión presidencial era una, otra, tomadura de pelo. Nos gastamos una lana tremenda en tenerlo parado y pagar vuelos comerciales, solo para que regrese, deterioradito por andar estacionado, al año de austeridad republicana.
Así viene 2020. Con bombas de tiempo sembradas por todas partes por el propio Gobierno. No: gobernar no es fácil, señor Presidente. Por lo menos, gobernar decorosamente, no digamos bien…