El guión cinematográfico está listo. Al parecer, antes de emprender la fuga, el protagonista ya sabía que sería de película. Nos lo confirma el diario Le Monde al anunciar que ya firmó un contrato de exclusividad con Netflix para llevar a la pantalla la historia de su rocambolesca evasión.
¿Netflix? ¿Fuga digna de Hollywood? ¿Asombro planetario? Estos tres elementos inexorablemente nos llevan a pensar en El Chapo. Bueno, nada más estos tres.
El “héroe” de esta historia, tan verídica como increíble, es Carlos Ghosn, ex presidente y CEO del famoso gigante automovilístico Renault-Nissan, hombre que figuró por años entre los empresarios más influyentes del planeta. La estrella del magnate franco-brasileño-libanés se apagó el día de su arresto en Japón, en noviembre de 2018, por presunto fraude fiscal. Se acabaron los fastos en Versalles, los elogios en Davos, las condecoraciones otorgadas por grandes jefes de Estado. En abril de 2019, el “salvador de la industria nipona” abandonó la cárcel bajo fianza (14 millones de dólares) a la espera de su juicio. La espera se alargaba entre agentes y cámaras de vigilancia de la Policía japonesa, y Ghosn decidió cortarla de tajo.
Lo más rocambolesco: En la víspera de Año Nuevo, Ghosn, el empresario mejor pagado y más alabado de Japón, convertido en un superhéroe del cómic manga… apareció en Beirut, Líbano.
¿Cómo le hizo? He aquí el resumen: salió de su domicilio de Tokio a pie para juntarse en un hotel cercano con dos individuos. Los tres viajaron en tren a Osaka, a unos 500 kilómetros. Un taxi los llevó a un hotel pegado al aeropuerto internacional de Kansai.
Poco después, sus dos cómplices fueron vistos a la salida del recinto con maletas y cajas voluminosas. Se dirigían a Kansai para tomar un jet privado rumbo a Estambul, Turquía. En el interior de una de las cajas, diseñada para instrumentos musicales, se encontraba Ghosn de 65 años de edad y 1.67 metros de altura.
El baúl que escondía al ex magnate (perforado, para poder respirar) no pasó por los rayos X, las medidas de seguridad para los jets son más laxas en Japón, ese tipo de aparatos no representan gran riesgo. Desde Turquía, Ghosn viajó en otro jet a Beirut.
Para que la novelesca aventura terminara con éxito había que involucrar a socios de primer nivel y un fajo de billetes (verdes). The Wall Street Journal no descarta que en la evasión participaran antiguos miembros de las Fuerzas Especiales de Estados Unidus, Boinas Verdes. Financial Times señala que el costo total de la operación ascendería a 20 millones de dólares.
Una empresa especializada en material militar que operaba en Bagdad financió la renta de los jets que trasladaron a Ghosn a Beirut, según la revista gala L’Express.
Desde la capital libanesa el empresario, visiblemente complacido, dijo ante la prensa del mundo que se fugó de Japón “para huir de la injusticia y la persecución política”.
Carlos Ghosn puede dormir tranquilo. Líbano no lo entregará a Japón, pues no existe acuerdo de extradición entre ambos países. Tampoco Francia, que nunca extradita a sus ciudadanos.