Mientras las inconsistencias gobiernen a nuestro deporte no existirá forma de pasar a un mayor nivel.
Con el poder de las marcas y el tamaño de los recursos involucrados en nuestro futbol, con su convocatorio y masividad, cuesta comprender que nadie se haya alarmado cuando se optó por cerrar el laboratorio para detección de dopaje en nuestro país. La cancelación de su presupuesto (35 millones de pesos para su operación anual) llegó desde la Comisión Nacional del Deporte. Su titular, Ana Gabriela Guevara, enfatizaba que “nos sigue saliendo mucho más barato mandar los exámenes al extranjero”, conclusión con la que no se debió conformar el principal afectado de esa medida, que era quien, con diferencia, más análisis solicitaba: la Federación Mexicana de Futbol.
Si entre las nociones de austeridad republicana reiteradas desde el gobierno federal, se consideraba innecesario el mantener ese laboratorio certificado por la Agencia Mundial Antidopaje a un año de los Olímpicos, alguien tuvo que preocuparse en nuestro acaudalado balompié. Tan acaudalado como para que un monto menor a dos millones de dólares se pusiera al servicio de su manutención. Cantidad enorme para el común de quienes ven futbol; cantidad minúscula para quienes lo gestionan.
La preocupación debió elevarse al notar que el laboratorio en Cuba tardaba tanto en entregar resultados. Unas cuatro semanas de retraso ya serían para alarmarse y convencerse de que la opción no funcionaba… ¡cinco meses!
Debe sobreentenderse que los equipos no pueden de ninguna forma involucrarse en el proyecto de un laboratorio que fiscalizará el cumplimiento de las reglas de sus propios jugadores. Sería un obvio conflicto de interés. Tuvo que buscarse un esquema a través del cual se consiguieran los fondos, sin que eso les diera poder o información algunos sobre su desempeño.
Además, hubiese sido un gran servicio del futbol al resto de los deportes nacionales. Beisbol, el pujante baloncesto, boxeo, innumerables disciplinas olímpicas, se habrían beneficiado de la continuidad de ese laboratorio. Transparencia, limpieza, justicia, integridad física, conceptos medulares que todo deporte ha de perseguir y que se diluyen al no tener un laboratorio como el que se tuvo. Paradojas evidenciadas por el caso Víctor Guzmán: el precio de su transferencia bastaría para que se efectuaran las pruebas en México por unos seis años, transferencia que se dio sin que nadie supiera que desde hace varios meses le correspondía estar inhabilitado.
La decisión no fue del futbol. La falta de reacción ante ella, sí.
Twitter/albertolati