“Atajar la desigualdad es la salvación del capitalismo”: James K. Galbraith
En el marco del Foro Económico Mundial que se lleva a cabo en la ciudad de Davos, Suiza, donde se reúnen actores relevantes de los campos político, económico y representantes de la élite global, Oxfam, que es una confederación internacional formada por 17 organizaciones no gubernamentales que realizan labores humanitarias en 90 países, ha presentado un informe sobre el trabajo de cuidado no remunerado en el mundo. En este documento se revela que 2,153 multimillonarios poseen más riqueza que 4,600 millones de personas, es decir, el 60 % de la población planetaria. En México, las seis personas más ricas del país tienen más riqueza que el 50 % más pobre.
Se explica que la desigualdad económica está también construida sobre la desigualdad de género, ya que muchos de los beneficios de la élite, se deben en parte a la explotación del trabajo de mujeres y niñas, y a la vulneración sistemática de sus derechos.
Los sistemas económicos hasta hoy probados por el ser humano, han incrementado la pobreza y la desigualdad, y pareciera que a los líderes del mundo no es asunto que les interese. Es más, impulsan políticas públicas globales que vulneran la condición económica y social de las mayorías.
Por ello, en el contexto de un nuevo milenio existen propuestas de crear una ciencia económica capaz de conjugar recursos, estabilidad, medio ambiente y bienestar humano, ya que de ello depende la supervivencia del homo sapiens. La he llamado “economía climática”. La revolución tecno-industrial, así como su expresión en términos de capital y globalidad se están modificando. Mutan hacia una sociedad que requiere desarrollo, crecimiento, pero sobre todo calidad de vida.
Estamos entonces ante el agotamiento de un modelo de desarrollo que nos impone una nueva lógica, un nuevo discurso y una nueva economía fundamentada en la sostenibilidad. Un “discurso climático y una economía climática”. Una economía mundial “inteligente” tiene que avanzar hacia los caminos de la sostenibilidad, no admitirlo es construir un camino hacia el exterminio.
El catedrático de la Universidad de Texas en Austin, James K. Galbraith, sostiene que la fase capitalista de expansión parece haber llegado a su fin, y ahora se deben construir variables de acompañamiento entre desarrollo e igualdad. En algo tiene razón el Presidente Andrés Manuel López Obrador cuando sostiene que no puede haber desarrollo si no se promueve la igualdad. El Presidente López Obrador ha reiterado que “lo fundamental no es el crecimiento cuantitativo sino la distribución equitativa de la riqueza”, ya que “el crecimiento económico no debe ser entendido como un objetivo en sí mismo, sino como un medio para lograr un objetivo superior: el bienestar general de la población”.
En la misma vía de López Obrador, Galbraith considera que el capitalismo ha engañado a la gente con un falso bienestar y asegura que “en términos generales, una vez que un sistema se ha levantado sobre un fraude, cuando el beneficio personal y el mal criterio han quedado al descubierto” resulta necesario repararlo mediante reformas drásticas de largo alcance a través de la administración de justicia.
Sucede entonces que 30 años de economía liberal teatral no redujeron los límites de la desigualdad, al contrario, los ensancharon. Los últimos tres Presidentes previo a López Obrador, en sintonía con el canto de las sirenas neoliberales, hicieron caso omiso a los síntomas de la enfermedad hasta que un ramalazo de realidad y de votos, los ha puesto en el lado incorrecto de la historia.
Hoy en día se requieren reformas institucionales enfocadas a modificar un sistema que ya dio lo que tenía que dar. Necesario es construir un nuevo pacto social enfocado a mitigar la desigualdad tan dolorosa como peligrosa. En ello, las élites, sin duda, deben estar de acuerdo antes de que las hordas cobrizas que ya se han dado cuenta de la estafa, pasen del voto al asalto, embrollo que a nadie conviene en su sano juicio.
Apremia entonces un nuevo pacto basado en la educación, la salud, el emprendimiento y la seguridad. Asegura Galbraith que el capital financiero depredador ya no es sostenible, ya que ha promovido la desigualdad que es una “enfermedad socio-económica”.
Si nos preocupa la sostenibilidad climática, nos debe preocupar la sostenibilidad económica. Es una razón de Estado que el mono debe entender. Para comprender el mundo dice Teun Van Dijk, profesor en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, es necesario reconstruirlo.
De la libreta
a) Massive Caller acaba de publicar una encuesta reciente referente a la aprobación de los alcaldes en el país. He de contarle que en eso del gobierno municipal ni Morena ni PAN dan pie con bola. Resulta que de los alcaldes peor calificados hay tanto de Morena como del PAN. Los cinco peores son: Xicoténcatl González, alcalde panista de Victoria, Tamaulipas con 12.1 % de aprobación. Le sigue el alcalde morenista de Cuauhtémoc, CDMX, Néstor Núñez, hijo del ex Gobernador de Tabasco, Arturo Núñez, quien reporta un nivel de aceptación del 12.8 %. También se encuentra la alcaldesa de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, egresada de Morena, quien tiene 13.4 % de aprobación. En esta lista del peor ranking de alcaldes se ubica la alcaldesa panista de Celaya, Guanajuato, Elvira Paniagua Rodríguez quien cuenta con un 15.3 % de aprobación, y la lista del “worst top 5”, lo complementa, Evaristo Hernández, alcalde morenista de Villahermosa, Tabasco, con un 16.4 % de aceptación.
b) Y en el gabinete presidencial también se cuecen habas, aunque a ese nivel, no sé si resulta más complicado no tener calificación o ni siquiera aparecer como es el caso de: Miguel Torruco, Secretario de Turismo; Alejandra Frausto, de Cultura; Román Meyer, Secretario de Desarrollo Agrario; Víctor Villalobos, Secretario de Agricultura; Graciela Márquez, de Economía, y Víctor Manuel Toledo, de Medio Ambiente. Son los fantasmas del gabinete.