Al iniciar en 2020 una nueva década y con motivo del Día Internacional de la Protección de Datos Personales, establecido el 28 de enero por el Consejo de Europa y la Comisión Europea, fecha en la que se firmó el Convenio 108 sobre el cuidado del tratamiento automatizado de datos de carácter personal, es importante reflexionar sobre la relación e impacto que tienen las nuevas tecnologías en la protección de nuestra información.
Como afirmó Stefan Gross-Selbeck, presidente de la red social Xing que conecta a profesionales: “los datos personales son el petróleo del siglo XXI”, pues su valor se vuelve inestimable al considerar que su explotación genera a diversos sectores ganancias significativas.
Al usar diversas aplicaciones, redes sociales, servicios de comunicación o navegar en Internet, vamos compartiendo nuestra información personal, muchas veces, sin conciencia de su entrega, sin leer los avisos de privacidad y desconociendo quién tendrá acceso a ella y para qué propósitos.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2018 del INEGI, en México había 74.3 millones de usuarios de Internet desde seis años en adelante, lo que representa el 65.8% de la población en ese rango de edad. De los cuales, el 90.5% lo ha utilizado para entretenimiento, 90.3% para comunicación, 86.9% para obtener información y 77.8% para redes sociales. El 92.7% de este universo de personas se conectó a través de un celular inteligente (smartphone).
En el avance que han tenido las distintas tecnologías, una que ha venido captando la atención como un mecanismo que busca brindar confianza digital es la denominada blockchain o cadena de bloques, que permite realizar transacciones o intercambios de información, sin necesidad de intermediarios, a través de Internet, de forma confiable y segura.
Podríamos decir que esta tecnología, que se manifestó en 2008 mediante la criptomoneda Bitcoin, organiza la información en bloques de forma cifrada, acorde a un protocolo que la protege para garantizar su seguridad y veracidad, de tal suerte que los datos se ordenan en forma cronológica, asignando un código alfanumérico y asentando una firma digital de la persona que propone o valida dicho bloque. La información que se registra y que es avalada no se puede editar o eliminar, pues para su actualización requiere de una nueva transacción o envío.
El blockchain plantea diversos retos en cuanto a su utilización para el cuidado de la identidad digital, la información personal, así como la rectificación y cancelación de datos.
Esta tecnología también puede coadyuvar a transparentar y eficientar la gestión pública; además de prevenir y detectar actos de corrupción, dado que la información que se comparte a través de esta garantiza su integridad y autenticidad, al no permitir su alteración, lo que facilita el seguimiento de cada acto.
Decía el conferencista en innovación Robert Van Oech, que “no es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer”. Si bien debemos cuidar nuestros datos personales al usar nuevas tecnologías, también es cierto que éstas ofrecen muchas ventajas a aprovechar, pues su desarrollo debe beneficiar la vida de las personas.
*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).
Twitter: @navysanmartin