Gustavo Rentería*
En la mayoría de las democracias los partidos representan una parte de la sociedad; a capa y espada defienden sus ideas, las promueven en los aparatos legislativos para convertirlas en norma, y empujan su verdad en foros académicos, debates en medios de comunicación y en la arena política.
Con el sistema de partidos se permite un equilibrio y los contrapesos benefician a la sociedad a la cual se sirve.
Pero así como China vive un socialismo-capitalista único en el mundo, la incipiente democracia mexicana, es única también.
Durante más de 70 años el “priiato” fue un engranaje perfectamente aceitado: el gran elector y tomador de decisiones era un sólo hombre: el Presidente de la República. En el texto constitucional se hablaba de separación de Poderes, pero en la práctica todos estaban supeditados al Ejecutivo.
Las posiciones de poder no eran una decantación de preparación, ni de carrera ascendente en méritos políticos, sencillamente se reducía al “compadrazgo” o deseo del “tlatoani” que habitaba en Los Pinos.
Durante más de siete décadas, los relojes marcaban las horas que deseaba o imaginaba el “jefe”; y únicamente se movían las hojas de los árboles si soplaba el rey o el emperador.
Algunos dirán que la democracia empezó cuando Ernesto Rufo Appel se convirtió en el primer gobernador emanado de un partido que no fuera el PRI en la historia moderna del país, o cuando arribó al poder Vicente Fox Quesada.
Otros aseguran que la alternancia marca el banderazo de salida a la democracia que tenemos.
Pero más allá de la fecha o momento de arranque de esta organización social y sistema político que defiende la soberanía del pueblo, y nos permite elegir a nuestros gobernantes, hay una verdad de perogrullo: el ADN de los priistas es: “lo que indique el señor Presidente”.
Durante años la simulación y la disciplina era lo que funcionaba para crecer en el escalafón; pero también en la docena panista funcionó. ¿Para qué pelearse con el que firma en la chequera? ¿cómo enemistarse con el rey Midas? ¿para qué confrontarse con el líder de las instituciones nacionales?
Los priistas se supieron acomodar y lograron un híbrido fabuloso, por eso no se equivocó el eterno candidato de Macuspana al nombrarlos el PRIAN.
Pero ahora que arribó al poder Andrés Manuel López Obrador los gobernadores tricolores siguen con su fórmula: “lo que indique el señor Presidente”.
Ante esta realidad de sumisión ante el huésped de Palacio Nacional, surgen varias interrogantes.
1.-¿Se creará formalmente el PRI-Mor, y el tricolor mutará a guinda?
2.-¿Los gobernadores y alcaldes del PRI pusieron a un líder que causa ternura en la dirigencia (Alejandro Moreno Cárdenas), como símbolo de derrota ante el poder presidencial, y lo hicieron grabar spots que causan pena adrede?
3.-¿La sumisión priista sólo durará un tercio del Gobierno lopezobradorista y en 2021 iniciará la guerra?
4.-Ya se rindieron Carlos Miguel Aysa Gónzalez (Campeche), José Ignacio Peralta (Colima), Héctor Antonio Astudillo Flores (Guerrero), Juan Manuel Carreras López (SLP), Quirino Ordaz Coppel (Sinaloa), Claudia Pavlovich (Sonora), Marco Antonio Mena Rodríguez (Tlaxcala) y Alejandro Tello Cristerna (Zacatecas) porque se saben derrotados en las urnas y nerviosos, algunos de ellos, por investigaciones presentes y futuras?
4.-Saben perfectamente que fueron derrotados en las urnas en 2018, y que si algún valiente saca la cabeza, se la cortarían milimétricamente.
En fin, los alcaldes y gobernadores priistas siguen en lo suyo, rendidos ante el poder presidencial, y confirman lo que todos vemos: no hay oposición en México.
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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