Cada vez nos queda más claro que el abasto de agua para la Ciudad de México no se resolverá de forma aislada, tenemos a un territorio de vecino, el Estado de México, con una población más grande y que también demanda grandes volúmenes del vital líquido todos los días.
En la CDMX, oficialmente se reconoce que son 10 alcaldías (de las 16) que padecen desabasto de agua en forma recurrente, y la situación más crítica la enfrentan Iztapalapa, Magdalena Contreras y Tlalpan. Una población cercana a los 2 millones recibe casi diariamente por tandeo el líquido. Y, además, las pipas se han convertido en una alternativa para llevar el agua a casi 400 colonias que padecen esta escasez, y que todos los días también lo hacen en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en torres de corporativos, hoteles y universidades, entre otros.
La crisis de escasez de agua en esta megalópolis (llamado también Valle de México) empezó hace seis décadas, a raíz del crecimiento económico y poblacional (al alcanzar más de 20 millones de habitantes, la segunda urbe más poblada del mundo).
La radiografía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) sobre los cuatro acuíferos que abastecen al Valle de México es crítica, todos sobreexplotados: Zona Metropolitana de la Ciudad de México, Chalco-Amecameca, Texcoco y Cuautitlán-Pachuca. De éstos proviene el 70% del abasto, el restante del Sistema Lerma-Cutzamala.
Y en la Cuenca del Lerma enfrentan la misma situación los acuíferos Valle de Toluca e Ixtlahuaca-Atlacomulco.
Recientemente, el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) informó que se proyecta traer agua a la capital del país de la Presa Madín (hoy contaminada por las descargas clandestinas del drenaje de los municipios de Atizapán y Naucalpan), y que una vez que se sanee el cuerpo de agua podría abastecer 500 litros por segundo la red urbana.
En realidad es poca agua la que aportaría la Presa Madín, y tal vez hasta sería mejor que la aprovechara el Estado de México.
Desde la década de los 90 se intensificó la búsqueda de nuevas fuentes de abasto para el Valle de México, pero no han fructificado por conflictos sociales y por sus costos económicos tan altos. El proyecto de Temascaltepec está parado desde 1998 por el levantamiento campesino que se opone a que salga agua de su cuenca; al acuífero del Valle del Mezquital (formado por las aguas negras que descarga la CDMX y área conurbada), las autoridades capitalinas lo desecharon por una potencial crisis social; el proyecto Tecolutla-Necaxa se encuentra archivado debido a que la Presa Necaxa pasó a manos de la gente del SME para generar energía eléctrica; y traer agua del río Tecolutla hoy resulta altamente costoso, pues se requiere de una inversión mayor a los 20 mil millones de pesos.
La opción que le queda al Gobierno capitalino es resolver el problema de las fugas de agua (por donde se pierde más del 40% del caudal) y reactivar el estudio del acuífero ultraprofundo (a 2 kilómetros de profundidad), del cual hasta ahora se tienen perforados 4 pozos, y uno más quedó en obra incompleta. Dos de ellos ya abastecen agua a la red de la CDMX, entre los 70 y los 105 litros por segundo. Y el proyecto era perforar entre 10 y 15 pozos para determinar si el depósito de agua es mayor al acuífero superficial (el cual abastece de agua desde 1850). Vale precisar que se trata de pozos experimentales y cuyos estudios son a 5-10 años ( y los costos de perforación oscilan entre los 100 y 120 millones de pesos), donde participaban autoridades, académicos, geólogos e ingenieros de Pemex, del Sacmex y Conagua.
El actual Gobierno capitalino frenó el proyecto de los pozos profundos, el cual hasta ahora sería la fuente más viable para el abasto de agua a la megalópolis y a un costo mucho menor.
También es la hora en que este tipo de proyectos se analicen y se programen a través de un organismo de megalópolis, no aislado. Ya no es cuestión de partidos ni de quién gobierne la Federación o los estados, es de estudios científicos y técnicos a largo plazo.
@Habitat_ARamos