Ha sido otra quincena mala para los que tienen ganas de creer en la 4T.

El domingo fue la marcha encabezada por Sicilia y los LeBaron, recibida, sabemos, no por el Presidente, que dijo que no quería hacer un show, sino por un contingente de “fieles” que intentó imposibilitar el paso a los manifestantes mientras los insultaba, a ellos y a la gente de los medios. Sí, insultaron e intentaron amedrentar a personas que perdieron de forma violenta, atroz, a sus familiares. Puede que hayan sido acarreados: hay evidencias ya de que esa práctica es, también ahora, habitual. O puede que no. Puede que este régimen propicie semejantes fanatismos; semejante deshumanización, semejante degradación moral. El Presidente, luego, dijo que a las organizaciones de la marcha había que garantizarles sus libertades y darles atención. Y dijo bien. Pero enseguida se dejó ir: que en tiempos neoliberales, cuando García Luna, habían “callado como momias”, apuntó, y al decirlo, al descalificarlos así, dijo además algo que no es cierto.

En días recientes, nos tocó ver cómo Ana Lucía, de tres años, tomaba rumbo a Suiza para salvar la vida. La historia es conocida gracias, entre otros, a Héctor de Mauleón y Ciro Gómez Leyva. Enferma de leucemia, Ana Lucía no solo pasó cuatro meses sin recibir medicamentos clave, sino que sufrió un shock anafiláctico porque le aplicaron un medicamento de mala calidad. Bien, pues desde los entornos de la 4T, y desde Palacio Nacional, a sus padres se les acusó de mentir e incluso se dijo que eran extranjeros –no lo son–, eso en medio de insultos contra Héctor y Ciro y afirmaciones, falsas, de que no había desabasto, primero, y luego de que bueno, sí, hay, pero por culpa de los doctores y de las farmacéuticas. De un compló. Un papel del propio Gobierno federal dejó ya claro que el desabasto fue, oootra vez, auto inducido.

Por si fuera poco, Trump agradeció prepotentemente que hubiéramos pagado el muro fronterizo, entre imágenes de la Guardia Nacional cargando contra los migrantes, información confirmada y luego negada de que las ONG no podían entrar a los albergues de Migración, de los que tenemos abundantes indicios de que son una indignidad, y bajezas de Solalinde.

Y es que no, ya no se trata solo de ineficiencia en el manejo de la economía o la seguridad. Hablamos de falta de empatía, de mentiras, de revictimización. Está fea la cosa. Aplaudir, hoy, es un privilegio o de los que están en la nómina, o de los que gozan de la anestesia del fanatismo.

                                                                                                                            @juliopatan09