AUSTRALIA.- Incluso cuando un feroz incendio forestal arrasó la comunidad rural australiana de Wytaliba, Gary Wilson y su pareja Julie Willis decidieron no abandonar su hogar de madera: tenían una casa llena de canguros huérfanos que proteger.

Más de una docena de marsupiales se acurrucan en bolsas de tela colgadas en la sala de estar, como si fueran medias en la víspera de Navidad.

Canguros adultos y otros animales salvajes que habían estado a su cuidado hace mucho tiempo también volvieron a la casa en busca de refugio cuando se acercaron las llamas.

 

«Teníamos demasiados animales en la casa y alrededor, así que realmente no nos podíamos ir (…) decidimos que nos íbamos a quedar a pelear», dijo Wilson a Reuters, fuera de la casa rodeado de tierra y vehículos quemados.

«A las tres de la tarde era un hermoso día de verano, a las cuatro era medianoche», dijo Wilson. «No se podían ver más de 20 yardas y luego llegó la tormenta de fuego y prácticamente quemó todo».

Wilson y Willis defendieron su hogar durante al menos 14 horas con extintores de incendios, bombas de agua y un sistema de rociadores en el techo que cubrió las brasas que caían del cielo.

 

La buena preparación y bastante suerte permitieron que el hogar de maderas de ciprés y pino de la pareja siguiera en pie y que los animales huérfanos sobrevivieran.

En el incendio del 8 de noviembre que se extendió por la pequeña comunidad de Wytaliba, que originalmente se estableció como una comuna en la década de 1970, murieron dos de los vecinos de Wilson.

«Fue algo horrible (…) todo los matorrales se quemaron. Se vaporizaron, parece Vietnam», dijo Wilson mientras los canguros infantes comían granos de un comedero formado por un neumático de automóvil y se alineaban para ser alimentados con biberón de leche especial.

 

El número de huéspedes en la casa de Wytaliba, que ha sido un santuario para la vida silvestre durante 25 años, aumenta a medida que las consecuencias de los incendios continúan, y la vida silvestre es devastada por la quemaduras, la escasez de alimentos y el agua contaminada con cenizas.

Si bien Wilson y Willis generalmente se preocupan por los cachorros rescatados después de que sus madres son atropelladas por vehículos, ahora albergan un número cada vez mayor de huérfanos por el fuego.

«No teníamos hijos; esto es a lo que dedicamos nuestro tiempo», dijo, mientras acariciaba suavemente un cangurito en su regazo mientras otro le empujaba los pies. «Creemos que es una causa digna, cuidar de nuestro bebés sin importar lo que sean, ya sean canguros, equidnas o wombats».

gac

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