Alta costura, joyas y perfumes selectos, maletas y bolsas de varios miles de euros cada una, ya sea de Hermès o Louis Vuitton, todos estos objetos del deseo lo asociamos con Francia, con toda razón, pues es la reina indiscutible del mercado planetario del lujo, que controla 25% del la industria de bienes exclusivos a nivel global. Es posible no saber cómo se llama el presidente del país galo, pero resulta inconcebible no conocer Dior. Lo constató personalmente el magnate francés Bernard Arnault, dueño del primer gigante de lujo a nivel planetario LVMH -que aglutina 75 marcas (entre ellas Dior, Givenchy y Louis Vuitton). En los años 70, durante su primera visita a Estados Unidos, le preguntó a un taxista neoyorkino qué le podía decir de Francia. Le contestó que solo la vinculaba con el chic de Christian Dior. Probablemente en esa ocasión, hace casi medio siglo, nacía la visión empresarial del, hace unas semanas, hombre más rico del mundo, que alcanzó los 117 mil millones de dólares, según la revista Forbes.
La gloria le duró poco a Arnault.
Recientemente asistimos a una espectacular vuelta de tuerca. A raíz del brote del coronavirus, no podía ser de otra manera. El presidente del conglomerado LVMH se vio obligado a devolver la corona como el hombre más acaudalado del mundo a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, y se posicionó en el lejano tercer lugar en el famoso ranking de Forbes, detrás del patrón de Microsoft, Bill Gates.
¿Qué ha pasado? Para entender hay que dirigir la mirada hacia China, país que actualmente concentra la mitad de la clase media mundial. Decenas, tal vez cientos de millones de personas con apetitos consumistas infrenables, cada vez más acaudaladas, apostaron por acceder a objetos de prestigio “Made in France”, invertir en lo que sus abuelos no podían concebir ni en los sueños.
Sí, adquirir un objeto de lujo, significa en China reafirmar su nuevo estatus social. Lo saben perfectamente los grandes grupos franceses, LVMH, Kering (dueña de Gucci) o L’Oréal.
Como locomotora de esta Industria ejerce justamente China, el primer consumidor de lo exclusivo a nivel global, un consumidor voraz. Los chinos contribuyen con entre 30 y 40% a las ventas totales de los artículos de alta calidad distribuidas por las marcas galas.
Forbes nos informa que por culpa de la crisis sanitaria en el gigante asiático LVMH y Kering han perdido 5.1 mil millones de dólares. Hasta ahora. Severas restricciones al viaje, ciudades enteras paralizadas, cientos de millones de seres humanos confinados en sus casas, cierre de boutiques, ausencia de turistas chinos, los mas derrochadores (mil 100 dólares por día y persona en promedio, gastados básicamente en el lujo)… hay razones para que se ponga nerviosa la industria del lo selecto, que es mucho más que glamour y fragancias espectaculares. Se trata de uno de los principales sectores de la economía nacional francesa. Mueve más dinero que el mercado del automóvil o la aeronáutica. Si creció a doble dígito en los últimos años fue gracias a la explosión del consumismo en China. Así de simple.
No queda más que esperar que el drama sanitario acabe pronto.