Hablar mal del Presidente de la República también es hablar del Presidente. Todavía, y por más de 400 días continuos, ha marcado la agenda no sólo de actividades administrativas del país sino la noticiosa. Esto no lo ha logrado nadie, a pesar de la obsesiva actitud de algunos comunicadores, que fueron en el pasado líderes de opinión, por desgastar la imagen del jefe del Ejecutivo.
De otros países han llegado México para estudiar el fenómeno “López Obrador” desde los días de la campaña. Ahora, ante lo que para muchos es un distractor, como la venta, rifa o alquiler de un avión que a nadie sirve, siguen estudiando la capacidad de convocatoria de un mandatario que ha sostenido por poco más de un año sus simpatías ante la población. Pero no sólo eso, sigue siendo guía del concepto de país más allá de la necesidad de crecimiento económico o de la crisis artificial de la salud.
Porque es necesario decirlo, los mexicanos, en su gran mayoría siguen confiando en su Presidente, sobre todo cuando la oposición tiene, en todo momento, el grave problema de tener un pasado no sólo oscuro sino delictivo, como es el caso del recientemente detenido en Málaga, España, Emilio Lozoya Austin, quien seguramente llegará a México a ser acusado por varios delitos entre los que se encuentran el lavado de dinero y contar con dinero de origen desconocido.
Pero esta deportación se llevará a cabo cuando haya saldado la cuenta con el gobierno de España por falsificar documentos, donde también perpetró algunos delitos en busca de la impunidad.
El pasado de la oposición se ha convertido en un lastre que afecta también a los medios, cuyos propietarios y columnistas se enriquecieron gracias a las dádivas de un gobierno que mantenía engañado al pueblo. Ahora, la sinceridad, que es una práctica imposible de desarrollar por la actual oposición, sigue sumando fuerzas sociales alrededor del jefe del Ejecutivo.
Cuánto no hubiéramos dado los mexicanos porque cualquier Presidente del pasado fuera culpado de vender boletos para la rifa de un avión, es un simple guiño comparado con el latrocinio que hicieron contra la nación, los bienes de los mexicanos y la dignidad de la población.
Vender boletos es hasta ahora el peor pecado, para algunos, del presidente Andrés Manuel López Obrador, y con ello quieren descalificarlo. Enorme desvergüenza, porque si eso fuera un delito no es nada comparado con lo que se hizo de Pemex, de la Casa Blanca de la Gaviota, del Fobaproa, de la Estela de Luz, de la guerra contra el narco, etc.
Los medios tratan de culpar al actual régimen de un simple juego de niños que muestra la capacidad de convocatoria de López Obrador y en ese proceso no dejan de sorprenderse de su aceptación, de ahí su insistencia por desacreditar lo que a nadie afecta, pero las críticas caen en cascada como si se tratara de desaparecer a 43 personas o de estar ligados al tráfico de drogas, o de llevarse millones de pesos a sus bolsillos impunemente.
La gravedad de los delitos no borra la intención de delinquir, pero por lo que ahora critican al presidente López Obrador no es ningún delito que lo lleve a pensar en él sobre las necesidades e intereses de otros. Lo saben los medios y los saben sus detractores, de ahí que retomen diariamente el problema del avión para criticarlo.
Aseguran los medios que el caso del avión se convirtió en un distractor para la sociedad, sin darse cuenta de que quienes dieron a conocer todo lo relativo al tema fueron los mismos medios que quieren, con ese tipo de información, desgastar. Así, son los medios los que tratan no sólo de magnificar lo que no tiene importancia para ocultar los grandes logros del sexenio.
Hay medios y líderes de la oposición que ofrecen dinero a investigadores periodísticos y privados para ver qué le encuentran al Presidente de la república, pero no han logrado obtener nada. Se trata de millones apostados al desprestigio de López Obrador y sus colaboradores más cercanos. La frustración por obtener puntos negativos del actual régimen los ha desesperado tanto que ahora quieren inventar que la sociedad está polarizada, que terminaremos matándonos unos a otros, que no hay reconciliación entre quienes apoyan al régimen y quienes lo atacan. Esa enemistad sólo surge de la necesidad de los medios para tener noticias que manchen el sendero de un gobierno que camina y donde se redoblan esfuerzos de gente comprometida y que no está en la burocracia sólo por el ascenso o la codicia de estar donde hay dinero. Se trabaja en la burocracia actual en horario doble al anterior y con un compromiso personal que supera en muchas veces al de cualquier burócrata de las anteriores administraciones.
Esto lo puede constatar cualquier persona que tenga un conocido o familiar en el gobierno. De hecho, en las oficinas del partido en el poder que encabeza Yeidckol Polevnsky, se labora 24 horas al día, sin que haya más estímulo que el compromiso por sacar adelante la Cuarta Transformación.
Esto no se ha logrado en ningún gobierno anterior, y es por ello que la oposición busca sin encontrar lo que debería deteriorar una imagen de trabajo incansable y comprometido como nunca antes.
La agenda de la información y de las actividades administrativas sigue estando en manos del propio Presidente de la República, quien, a diferencia de los anteriores, puede hablar con conocimiento de causa de todos los temas que implican las actividades de la administración pública.
PEGA Y CORRE.- A muchos mexicanos les habrá llamado la atención el protagónico entusiasmo de Israel Rivas Bastida, líder de los padres que exigen medicamentos para sus hijos con cáncer, quienes exigieron como prioridad crear mesas de negociación antes de ser surtidos los medicamentos para sus familiares. Resulta que este señor es militante del PAN, de ahí su enjundia en el tema. Por eso reclamaba situaciones ya resueltas, por ello ponía en peligro la salud de los niños cuyos padres creyeron en él. Fue suplente del diputado del PAN en el Distrito electoral V en Chiapas, en 2009. Además de presionar al gobierno federal, ahora está dedicado a crear alianzas electorales entre el PAN y el PRD…
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