“La violencia es el miedo a los ideales de los demás”:
Gandhi
¿Quién asesinó a Fátima y a Ingrid? Todxs. Todoxs somos de alguna manera responsables de que mujeres, niños y niñas sean víctimas de la violencia en todas sus expresiones. Las cifras no mienten. Datos de la UNAM y del INEGI, muestran un panorama desolador.
El 66 % de las mujeres mexicanas mayores de 15 años, es decir, casi 7 de cada 10, han sufrido algún tipo de violencia física, sexual, económica y emocional a lo largo de su existencia. Esto significa que más de 40 millones de mujeres han padecido algún episodio de brutalidad durante su vida. La violencia más común es la emocional que afecta prácticamente a un 50 % de las féminas, mientras que la violencia sexual aqueja al 41.3 %.
En este contexto, qué hemos dejado de hacer para que la violencia contra la mujer se haya “normalizado”, y además se justifique. La perspectiva feminista indica que “un hombre nunca podrá ser feminista” porque ha crecido en una “lógica del patriarcado”, por ello me cuesta trabajo entender lo que han dejado de hacer las mujeres para “des-normalizar” la violencia en su contra.
La periodista Isabel Arvide escribió en sus redes sociales: “A la señora (Ingrid) la mató su pareja…utilicen su energía para enseñar a las mujeres a irse… a no seguir compartiendo techo con hombres violentos…a no perdonar”. Es imposible no compartir el dolor y el coraje por el asesinato de Ingrid y de Fátima, y más allá de las circunstancias específicas de cada caso, conozco a mujeres que han sufrido episodios de violencia y que se encuentran en el universo mayoritario de agresiones, como es el caso de Gabriela, Montserrat, Lety, Pilar y Susana, entre muchas otras.
Algunas de ellas han sorteado el “cerco de la normalización”. Huyeron, corrieron del abuso. Mientras que otras han decidido quedarse, a pesar de las constantes señales de sus “parejas” que mantienen la violencia emocional como proceso de interacción.
Entiendo la facilidad de culpar al otro de nuestros males, y percibo también el enfado que muestran las movilizaciones, las manifestaciones, las pintas y las expresiones de hartazgo de los colectivos feministas que son índice y reflejo de lo que acontece en una sociedad cansada de la discriminación, de la pobreza, de la desigualdad y de la invisibilidad a la que han sido sometidas las mujeres. En esta coyuntura podemos ubicar claves analógicas con el movimiento del 68. Un grito de saturación, de fastidio y cansancio ante la inacción del aparato gubernamental.
Visualizar el problema permite construir procesos de racionalización que permitan generar espacios de conciencia en la sociedad y entre mujeres. En una sociedad dominada por la tecnología, la ausencia de moralidad y acechada por enfermedades mentales como el estrés, la ansiedad, depresión y la psicosis, así como por la pobreza y la desigualdad, la perversión en todos sentidos, nos alcanza a todos por igual.
Entonces, ¿Quíen tiene la culpa del asesinato de Fátima y de Ingrid? Sin duda, TODXS. Su familia, sus padres, sus tíos, sus hermanos, sus maestros, las autoridades, sus amigos, ustedes y yo, por normalizar la violencia, reproducirla y fomentar la división y el encono social.
En sus redes sociales, la ONU escribió en esta coyuntura que “el feminicidio de una niña es el fracaso de una sociedad; es un motivo de vergüenza para Todxs, y un obstáculo central para el desarrollo igualitario, sostenible e inclusivo”. También en sus redes, la internauta Zaidé Lozano reflexiona: “Fátima fue secuestrada por una mujer. ¿Ven que el problema no son solo los hombres? Es toda la sociedad.
México está enfermo de odio y de rencor, y no queremos reconocerlo, preferimos culpar al otro de nuestro propio enojo. Reproducimos la violencia, la normalizamos. Estamos ante un nuevo paradigma que obliga a Todxs a la reconstrucción del tejido social y de su evolución. Entendamos, la violencia no es “normal” en ninguna de sus expresiones.
De la libreta
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La multipremiada “Parásitos” de Bong Jooh-Ho, es una oda a la desigualdad. Cuando nos querían sorprender con que Corea del Sur era la neta del planeta entre los países de la OCDE, Jooh nos ofrece un relato desgarrador que igualmente podría haberse desarrollado en México. No sé si sea el neoliberalismo, la globalización o la rifa del avión presidencial, pero algo sigue sin encajar, cuando la riqueza económica del mundo se concentra en un 10 % de la población, mientras que el otro 90 % vive a diario, la ilusión de la sobrevivencia.
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Un placer y un honor compartir una noche de bohemia con un ícono de la música, el Maestro Arturo Castro. Un baluarte del romanticismo, triunfador en Las Vegas, en Brasil, en México, de hecho, en el mundo entero. Creador de éxitos y de armonías acompañado de sus hermanos, Arturo Castro es sin duda, una leyenda viviente. Honor a quien honor merece. Gracias Jorge Andrés, Fausto y Gabriela, por propiciar una experiencia inolvidable en “The Music Village”.