Están desconcertados nuestros adversarios y los expertos financieros, decía apenas hace una semana el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando presumía como un logro propio de su administración que los dólares estaban a 18.56 pesos.
La falta del más mínimo logro en materia económica por parte de este Gobierno llevó al Presidente a colgarse de la estabilidad cambiaria como una supuesta muestra de que estamos “requetebién”.
En estos tiempos, lo que dice un solo hombre no se matiza, mucho menos se desmiente, desde su propio Gobierno. Quizá por eso no salió nadie de los que sí le entienden a la dinámica global de los mercados a suavizar las palabras presidenciales.
No pasaron muchos días antes de que la terca realidad se encargara de ubicar a la paridad de esta moneda emergente, que es el peso mexicano, en su realidad en el concierto internacional de una enfermedad sin control ni cura, que parece extenderse de forma acelerada.
Cuando existen este tipo de situaciones que generan pánico a nivel global, los capitales suelen refugiarse en instrumentos que son considerados como más seguros. Por ejemplo, los bonos del Tesoro de los Estados Unidos o en metales como el oro.
Ya veíamos desde la semana pasada que la expansión del coronavirus, Covid-19, confirmaba su carácter de amenaza económica mundial. A la desgracia que implica que haya una enfermedad que cobra vidas, que no tiene cura, que se contagia con tal facilidad y que ha aumentado su nivel de traspaso fuera de las fronteras chinas, viene el resto de la historia que cruza por sus efectos económicos.
Las cadenas productivas de muchos sectores industriales chinos se han roto, hay un derrumbe en muchas actividades económicas que presentan efectos globales.
Las materias primas empiezan a resentir bajas importantes en sus precios y muchos países emergentes dependen de estos precios para mantener sus economías a flote.
Pero cuando los contagios se expanden a naciones como Corea del Sur o Italia, los temores financieros también se esparcen sin control.
Ayer fue un día negro para los mercados: el petróleo, las bolsas de valores, las monedas, las tasas de interés. La confirmación de que los equilibrios son frágiles y que vale la pena estar preparados ante esos escenarios de desestabilidad.
Si en México el gobierno federal entendiera mejor los riesgos financieros globales y la importancia de no jugar con la estabilidad de un país, no solo se dejaría de usar la paridad cambiaria como una falsa evidencia de éxito económico, sino se dejaría de atentar contra la credibilidad y la confianza que deben tener los capitales.
Estamos en la fase del pánico financiero, hoy los mercados más castigados son los que tienen casos confirmados de infección del Covid-19. Pero el siguiente nivel de contagio en los mercados, será evitar aquellos que presentan mayores riesgos de sufrir inestabilidad económica interna.
Y con los resultados que ha tenido México en materia del manejo económico, hoy no está este país del lado de las economías más sanas.
@campossuarez