El 2019 fue un año difícil para México en materia económica y de seguridad. Y 2020 pinta igual o peor por el COVID-19, o coronavirus. Como con la gripe AH1N1 en 2009, este nuevo brote podría pulverizar nuestra ya estancada economía en 2020, e incluso en 2021.

Con estos retos, es normal que buena parte de los ciudadanos busquemos retraernos a la esfera privada hasta que pase la tormenta. Pero esta acción, por más natural que nos parezca, puede significar una sutil pero clara traición a la democracia, ya que puede significar la abdicación de nuestra mayor responsabilidad ciudadana: la de vigilar al poder.

Por ejemplo, el brote de coronavirus, mientras no se convierta en una pandemia apocalíptica, le vendrá de maravilla al presidente y al gobierno federal. El tema de los feminicidios pasará a segundo plano; las concentraciones masivas al respecto, también; y el crecimiento de las pérdidas de PEMEX entre 2018 y 2019 (92%), hasta nos sonará extraño.

Sin embargo, este sería el menor de los problemas. El mayor riesgo implicaría que el poder tomara decisiones controversiales o abiertamente antidemocráticas, aprovechando la marea informativa del virus. No olvidemos que este gobierno tiene una abierta inclinación por intentar cooptar contrapesos básicos como órganos autónomos y entidades reguladoras.

Esto puede o no suceder, pero ese es precisamente el punto: ¿para qué arriesgarnos? Ejercer nuestros derechos políticos plenamente amerita un grado de escepticismo; porque como la historia nos ha enseñado, muchos aprovechan las crisis para dejar de lado la transparencia y la rendición de cuentas paradójicamente, cuando más las necesitamos.

Ciudadanos, políticos opositores y periodistas no podemos permitir que el presidente entre en una zona de confort en la que solo hable de una cosa. Sí, el coronavirus tal vez requiera acaparar la agenda por razones de salud pública, pero no por eso debemos dejar de denunciar ineptitud, corrupción y otros problemas que siguen su curso, con o sin pandemia.

Sobre aquellos temas económicos, políticos y sociales que, aunque no parezca, seguirán fluyendo con todo y brote, los ciudadanos debemos continuar los cuestionamientos cotidianos, por ejemplo, en redes sociales. Los políticos opositores deben continuar con su rol de contrapeso institucional y creadores de contrapropuestas. Y los periodistas tienen la obligación de no permitir que el gobierno federal engañe, por omisión, a toda la población.

@AlonsoTamez