Contrario a lo que suele pensarse, al inicio de la Guerra Fría no sólo hubo dos selecciones de Alemania, sino incluso tres.
A la República Federal Alemana (la capitalista y occidental) y la República Democrática Alemana (la comunista y oriental), debe añadirse la breve existencia de un tercer estado independiente tras la Segunda Guerra Mundial. Ahí queda como testimonio la presencia del representativo nacional del Sarre en los Olímpicos de Helsinki 1952 (llevó a 36 participantes sin obtener medallas) y en las eliminatorias para la Copa del Mundo de Suiza 1954 (quedó fuera tras caer en sus dos partidos ante la Alemania Federal a la que se reintegraría, tras un plebiscito, en 1955).
Aquel equipo del Sarre era dirigido por Helmut Schön, individuo que engloba en su persona la historia de cuando hubo tres selecciones de lo que hoy constituye un mismo país. Nacido en la RDA, en la que brilló con el Dresdner y de la que huyó al fortalecerse la presencia soviética; único entrenador que tuvo la pequeña y efímera Saarland; estratega campeón del mundo con la RFA en 1974, torneo en el que, para cerrar el círculo pangermánico, cayó a manos de su tierra natal, la Alemania Oriental.
Tan largo preámbulo para referirme al milagro acontecido este martes, justo en ese lugar, en la Deutsche Pokal o Copa Alemana: el FC Saarbrücken, de momento en cuarta división, se clasificó a las semifinales tras imponerse al Fortuna Dusseldorf que milita en la Bundesliga. Hazaña que permite valorar la belleza de los certámenes coperos cuando se juegan como es su naturaleza (a cotejo único y en casa del más débil), aunque a la vez nos obliga a volver a esos extraños años de postguerra en los que Sarre pudo dejar de ser Alemania.
De hecho, justo al concluir el conflicto y dado que el ejército francés ocupó esa región, el Saarbrücken actuó en la segunda división de Francia, con la que hace frontera y a la que en varios períodos históricos perteneció. Ahí conquistó el título, pero las autoridades galas impidieron su ascenso, ante lo que el club renunció a seguir en esa competencia y limitarse a lo que el minúsculo Sarre le suponía de rivales. Así acudió a la primera Copa de Campeones de Europa en 1955 con la bandera de una nación que dejaría de existir al cabo de unos meses. Increíblemente derrotó al Milán en Italia, mas fue goleado en la vuelta cuando era local.
Ese es el Saarbrücken del milagro en la Pokal. Un milagro que llega desde la tercera Alemania tan diluida en la historia.
Twitter/albertolati