Imbécil. Este es el término que el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, utiliza con regularidad para calificar públicamente a quienes disienten de sus posiciones y critican el uso político que le ha dado al cargo en el que pretende permanecer tras cinco años de polémica gestión.

El primer señalado fue el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, a quien acusó en septiembre pasado de defender al régimen venezolano de Nicolás Maduro. “El señor Zapatero tiene un problema muy grande de comprensión y que podemos definirlo de distintas categorías (…) Mi consejo, es un consejo nada más: que no sea imbécil…Definitivamente el señor Zapatero está en el grado más alto de imbecilidad”, sostuvo en una entrevista con la cadena colombiana NTN24.

No ser imbécil, es un buen consejo que uno le da a la gente”, dijo a CNN en septiembre de 2018, cuando pretendió aclarar sus propios dichos en los que se manifestaba a favor de una intervención militar en Venezuela, en una clara violación a los preceptos que rigen el organismo que él mismo preside.

¡No sean imbéciles!, exclamó recientemente para referirse al Frente Amplio de Uruguay, luego de ser expulsado de ese partido por sus posiciones radicales.

La gestión de Almagro al frente de la OEA ha sido ampliamente cuestionada por su postura abiertamente en contra de Venezuela, Nicaragua y Bolivia (en tiempos de Evo Morales). Se le señala por responder directamente a los intereses de Washington, de militar a favor de una causa, de interponer sus convicciones políticas al interés general y de violar los principios básicos de derecho internacional.

Cuestionado su desempeño y ventilados sus excesos, aún así, Almagro considera contar con los atributos suficientes para reelegirse este mes de marzo al frente de la OEA. Sin embargo, las respuestas no tardaron en llegar. Dos candidaturas más surgieron para intentar frenar a este personaje que ha venido a trastocar el diálogo en América Latina, en vez de promoverlo, como establece su mandato.

La ex canciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa, con el apoyo de 16 países, entre ellos México, y el diplomático peruano Hugo de Zela aspiran a suceder a Almagro, un secretario general de la OEA que traicionó a la izquierda que lo impulsó y que ha contribuido a la polarización en una región que requiere de mayor madurez y tolerancia en su forma de relacionarse.

Segundo tercio. “A ustedes, como representantes de los pueblos de las Américas, me debo, y les agradezco su voto de confianza. En mí encontrarán un incansable luchador por la unidad americana, más preocupado en buscar soluciones prácticas duraderas a los problemas de nuestra región que por la retórica y la estridencia en las declaraciones guiadas por una u otra ideología”, dijo Almagro el día de su toma de posesión en 2015. Poco duró el compromiso.

Tercer tercio. Nadie cuestiona el carácter autoritario de dictaduras como Venezuela, Nicaragua, Cuba o, hasta hace poco, Bolivia. Las condenas deben provenir de los Estados, conscientes de las violaciones a las garantías individuales en esos países. No es atribución del secretario general de la OEA, cuya labor debe ser la generación de consensos y promoción del diálogo como única vía para solucionar las controversias.

                                                                     

                                                                                                                                          @EdelRio70