Cantaba Manu Chao que, “si yo fuera Maradona, viviría como él; mil cohetes, mil amigos, lo que venga al mil por cien”. Noción, la de moverse al margen de la realidad, que se ha inoculado tan hondo en muy pocos deportistas como en Ronaldinho.
Convencido desde niño de que futbol, música, carnaval y noche no eran más que lo mismo, su juego plasmó desde siempre una alegría incontenible. Un poco por esa sonrisa que se desborda de su boca incluso cuando acaso está serio (si es que esta fiesta andando lo ha llegado a estar), un mucho porque así entiende cuanto le rodea.
Fiesta que nos regaló algunas de las acciones más preciosistas en la historia de este deporte, fiesta que nos privó de bastante más. ¿Qué hubiera sido de Ronaldinho si cuida sus piernas, si duerme sus horas, si come lo indicado, si admite que no se es futbolista sólo por noventa minutos a la semana? Cuesta saberlo. Como respondiera otro de los indomables del balón, el pintoresco Mágico González, cuando le preguntaron por lo que habría conseguido de centrarse en el deporte: “un tipo muy infeliz”. Y, ya se ve, sin felicidad algunos, sólo algunos, consuman incluso menos que sin disciplina.
Si Maradona se ha ocupado de elevar el listón de irrealidad y sinsentido durante las últimas tres décadas (por ejemplo, cuando pospuso su salto a la cancha en el partido de homenaje a Carlos Hermosillo en México, hasta que un repartidor le llevara una pizza al vestuario), lo de Ronaldinho de esta semana parece difícil de superar: ¡¿qué tiene que hacer una de las caras más conocidas en el planeta, pasando migración en un país vecino al suyo con un pasaporte de una nacionalidad que no le pertenece?!
¿A ninguno de los instigadores se le ocurrió que, más allá del número de documento tomado de otro individuo, saltaría ante el agente eso de que un tal Ronaldo de Assis Moreira, con su misma fecha de nacimiento, figurara como paraguayo naturalizado? Porque en Paraguay se sabría si el ex futbolista radicó ahí tres años para optar a la ciudadanía, tanto como era por todos conocidos que Ronaldinho llegaría ese día para una serie de actos multitudinarios.
Hace un par de años se hubiese hallado cierto argumento, dado que le fue retirado su pasaporte brasileño por el daño ambiental de un proyecto arquitectónico en su tierra, Porto Alegre. Algo que ya no aplica, luego de que un juzgado le concediera en 2019 la devolución.
Ronaldinho iba a presentar en Asunción su libro, “Genio en la vida”. Pues eso, de tanto asumirse genio, de tanto ver aplaudida su vida en modo carnaval por el mundo, hoy vive al mil por cien… tal como cantara Manu Chao sobre Maradona.
Twitter/albertolati