Dr. Héctor Zagal
Profesor-investigador de la Universidad Panamericana
SIN II
Uno de los grandes obstáculos para alcanzar la equidad de género es la brecha salarial. En México, se estima que la mujer gana 797 pesos menos que un varón. Sin embargo, trabajan más que ellos. Claro, las labores domésticas a las que se les confina, sean amas de casa de tiempo completo o no, son un trabajo no remunerado. ¿Qué impacto puede tener esto en la habilidad literaria de una mujer?
En octubre de 1928, Virginia Woolf (1882-1941) ofreció dos conferencias alrededor del tema las mujeres y la novela. Estas conferencias serían publicadas como un solo ensayo titulado “Una habitación propia” en 1929. La cuestión, como escribiría Woolf, no era nada sencilla. ¿Qué podía decirse al respecto? Si varones y mujeres escriben novelas, ¿por qué hablar específicamente de la situación de la mujer y la escritura?
Su investigación inicia con su propia experiencia como mujer en una famosa y antigua universidad inglesa. Allí, su condición femenina la excluía de pisar el césped, reservado para profesores y alumnos distinguidos, y le impedía entrar a la biblioteca sin acompañante masculino. ¿Por qué? Quizás el hecho de que durante siglos, los varones, propietarios de la riqueza que su trabajo generaba, habían invertido en el futuro de su descendencia masculina. Así, con varios donativos se construyeron campus, se pagaron sueldos a los catedráticos y se procuraron las mejores amenidades. Los varones habían estado velando por otros varones desde cientos de años atrás. ¿Y las mujeres? ¿Por qué no habían invertido en el futuro de sus hijas?
Entre el cuidado de los hijos, las casi nulas oportunidades laborales y el hecho de que cada penique ganado no sería de su propiedad, sino de su marido, hacían difícil y poco atractiva una vida dedicada a generar una herencia. La mujer, pues, no era independiente económicamente, no prosperaba como los varones. Sin independencia económica, ¿cómo puede una mujer dedicarse a la literatura?
Relegada de la esfera pública, anclada a la sala de estar hasta que el matrimonio la saque de la casa familiar, la mujer no carece de voz, pero sí de tiempo y espacio para la creación. Esa condición de mujer, de “sexo débil”, como muchos médicos, abogados e intelectuales la definían, ¿qué impacto tiene en la producción literaria de una escritora? ¿Qué influencia tienen en el genio las condiciones materiales y sociales desde donde se escribe?
Analizando a las grandes y medianas novelistas inglesas, Woolf presiente algo: en las palabras de unas se asoma la rabia de no contar con las oportunidades de las que gozan los varones. Y en las de otras, vibran una ironía y desdén sutil por la supuesta superioridad del varón. Ambas son actitudes legítimas, pero, en opinión de Woolf, restan genio a las obras literarias. ¿Por qué? Porque ambas actitudes atienden a la opinión de los otros y no a la creación artística; porque el intento por validarse como escritoras aun siendo mujeres, ya sea por medio de protestas sesudas o de jocosas observaciones, es un intruso en el texto.
Los varones escriben con soltura. Sin embargo, no todos los varones son libres de su propio género. Woolf, aguda en sus observaciones, no pasa por alto la cólera con la que algunos varones escriben. ¿Y por qué el “sexo fuerte” estaría encolerizado? Porque si bien no pretende validarse explícitamente, sí lo hace a través de a la mujer. Así, más que preocuparse por quién es ésta, si realmente es débil o no, el escritor varón se ocupa en proteger su supuesta superioridad sobre ella.
Ahora, Woolf no pretende desentenderse del género, sino liberarlo de prejuicios. Quizás, piensa Woolf, los grandes escritores son aquellos que se descubren femeninos y masculinos. Como ejemplo de esto menciona a Shakespeare, a quien considera una mente andrógina. Es decir, es un varón cuya masculinidad no depende de opresión a la mujer. Pero, ¿qué ejemplo femenino podemos encontrar de una mente andrógina? En este caso, de una mujer cuya feminidad no se funde en el reproche ni la ironía. Woolf cree que aún no llega esa mujer, pero está por venir.
¿Cómo ha de llegar? Sólo hacen falta “500 libras al año y una habitación propia”. Sin igualdad de condiciones, tanto varones como mujeres están condenados a entintar cientos de páginas con cóleras y resentimientos.