Foto: Especial Tras mega marcha del domingo, la ausencia  

El día que las mujeres desaparecieron de México

Meditabundos, los hombres se miran entre si en el transporte público, en las universidades, en las oficinas; ensimismados en sus pensamientos sienten que algo les oprime el corazón. No hay mujeres, no están, desaparecieron… y hacen falta.

 

Un día antes, ellas tomaron las calles del país, con coraje, furia, con el orgullo de mostrarse unidas contra la cultura machista, la violencia de género, el acoso y los feminicidios.

 

Pero este lunes miles permanecieron ocultas, meditando en silencio, y restaurantes, hoteles, bancos, oficinas, dependencias gubernamentales, periódicos (como es el caso de esta casa editorial) se quedaron sin prácticamente la mitad de su fuerza laboral.

 

Un Día Sin Nosotras es otra protesta, sin marcha ni gritos, sin pintas ni consignas; es una manifestación silenciosa, un reclamo que dice “a ver qué hacen sin nosotras” a una sociedad machista.

 

Los casos de Abril, Fátima, Ingrid y tantos otros más, muchos de ellos impunes, provocaron esto: un llamado de atención, pues mañana puede ser una hermana, una amiga, una esposa la que no regrese a casa y su rostro el que aparezca en letreros con la frase “desaparecida”.

 

Apenas se veía una que otra mujer en las calles, algunas solas, otras acompañadas, pero son las menos.

 

En el Metro, las taquilleras se esfumaron, nadie vendió ayer los tradicionales boletos, en su lugar quedaron las maquinas expendedoras de tarjetas, y en las estaciones donde no hay tales aparatos, la entrada fue gratuita.

 

En la sucursal de Inbursa de Parque Tezontle, las cajeras y ejecutivas de cuenta, más de la mitad de la fuerza laboral del lugar, desaparecieron; en el BBVA de Gutenberg y Masaryk las instalaciones lucían vacias, con tan sólo un par de clientes y unos cuantos empleados hombres; en otros casos, las sucursales de plano cerraron por la falta de personal.

 

En las universidades, donde se forja el futuro de México, los estudiantes y maestros extrañaron a la compañera, a la colega, a la novia, a la amiga.

 

En la Universidad Panaméricana y el Tecnólogico de Monterrey, maestras y alumnas se ausentaron de las aulas y los cubiculos; mientras que en la UNAM, las facultades de Medicina y Odontología, donde las estudiantes mujeres superan por mucho a los hombres, fueron las que más vacías lucieron este lunes.

 

Como si fuera día de asueto, tampoco hubo el tránsito habitual en las calles y avenidas de la ciudad, y cómo no, si la mitad de la población desapareció… El objetivo del paro era que se notara la ausencia de las mujeres, y se notó, a lo grande.

 

 

Abren bancos con complicaciones

Los efectos por el paro nacional de Un día sin nosotras se hicieron presentes en las calles, bancos y comercios de la Ciudad de México, mismos que operaron con complicaciones por la ausencia del personal femenino.

 

Al mediodía, BBVA México reportó que de un total de dos mil 83 sucursales en el país, solo 969 permanecían abiertas; es decir, casi 64% de sus puntos bancarios se mantuvieron sin operación.

 

En tanto, Citibanamex informó que 428 sucursales, de un total de mil 419, fueron abiertas. Mientras que Santander México precisó que al menos 617 puntos abrieron de manera correcta.

 

En algunos mercados o tiendas de conveniencia de las alcaldías Iztapalapa y Cuauhtémoc, las mujeres trabajaron de manera normal. Incluso, Laura Gómez, encargada de una tienda de abarrotes, dijo que “el movimiento no iba a detener mis labores. A veces uno tiene que ir en contra de los pensamientos para también hacerse notar y validar la importancia de las mujeres”.

 

A diferencia de restaurantes en zonas de oficinas (pues miles de mujeres no asistieron a sus trabajos), en el Centro Histórico muchos reportaron una afluencia normal de sus visitantes, los cuales llegaron hasta casi 350 personas al mediodía.

 

“Sí, se ve menos gente en las calles, pero gran parte de nuestros comensales fueron turistas, entre hombres y mujeres. Creíamos que no nos daríamos abasto para atender”, dijo Eduardo Camarena, gerente de un restaurante.

 

 

 

fahl