El 23 de enero de este año, las autoridades de la ciudad de Wuhan, en China, decidieron acordonarla para tratar de detener el esparcimiento del Covid-19, conocido como coronavirus. Antes de esto, el Gobierno chino declaró que el virus no podía ser transmitido de una persona a otra y que por ello no había necesidad de caer en pánico. La calma fue tal, que un distrito de la ciudad organizó una feria gastronómica en el marco del Año Nuevo en la que participaron 40,000 familias. Desde entonces hasta ahora, la situación ha cambiado sustancialmente.

Aunque el número de casos de personas infectadas por el coronavirus cambia constantemente, el 1 de marzo la Organización Mundial de la Salud indicó que hasta esa fecha se habían registrado 87,137 casos de contagio y 2,977 fallecimientos. La mayoría de los casos, 91%, surgieron en China. La aparición y afectación del virus en el país asiático llevó a un número importante de empresas a detener su producción y, al ser China una de las economías más potentes a nivel mundial, esta situación impactó directamente en la demanda de uno de los insumos de los cuales depende la economía de un buen número de países: el petróleo.

Como resultado del cierre y la baja producción de empresas ubicadas en China, la demanda por petróleo disminuyó, haciendo que la oferta actual del crudo sobrepasara las necesidades mundiales, generando una presión a la baja en su precio internacional. Ante esta situación, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) intentó generar un consenso entre sus integrantes y los observadores para bajar aún más la cuota de producción, tratando de mantener el precio estable. Sin embargo, Rusia, el observador con más peso, no accedió, haciendo imposible alcanzar un acuerdo que permitiera limitar la producción.

La respuesta de los mercados fue inmediata: el precio del barril de petróleo de diferentes mezclas se desplomó como no sucedía desde 1991; hay quienes estiman que su valor pueda llegar a los 20 dólares por barril. Al no ser inmune a la economía global y al ser México un país exportador de petróleo, esta situación puede tener un efecto en las previsiones de gasto para la nación.

Dentro de los Criterios Generales de Política Económica utilizados para diseñar el PEF 2020, el precio de la mezcla mexicana se situó en 49 dólares. Conscientes de la volatilidad del precio del crudo, este costo está garantizado con un seguro de cobertura parcial petrolera, lo cual permitirá hacer frente a la baja del precio a nivel internacional. Al mismo tiempo, se cuenta con un manejo sano de las finanzas públicas que nos puede permitir sortear esta crisis.

Sin duda alguna, los efectos en materia de salud pública y económica ocasionados por el nuevo coronavirus y por la lógica misma del mercado de petróleo son un reto compartido para un gran número de países, incluido México. Sin embargo, en esta ocasión debemos tener la certeza de que se actuará con prudencia y mesura para evitar que el bien común de las y los mexicanos se ve afectado. Tengamos confianza.

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