Al igual que muchos de los indigentes de Siberia, Alexei Vergunov sobrevive a temperaturas de 30 grados bajo cero durmiendo bajo las tuberías de un sistema de calefacción industrial para mantener el calor.
Demasiado lejos de la tubería y podría morir de exposición al frío. Demasiado cerca y podría sufrir quemaduras graves sin percatarse al principio, envuelto en la bruma del fuerte licor que muchos beben para mantener una realidad cálida y aburrida.
El hombre ha vivido así durante más de 11 años de sus 46.
“Duermes de noche con los ojos cerrados pero con los oídos abiertos”, comenta.
Solía anhelar la oportunidad de reconstruir su vida, pero perdió la voluntad desde que su pareja, Alyonka, murió hace dos años de cáncer de hígado. Habían vivido juntos cerca de la estación de tren.
“Vivo el día a día y eso es todo”, afirma. “Si encontrara a una mujer como ella, podría parar e intentar volver a la sociedad, pero no puedo encontrar a nadie como ella”.
Vergunov, a quien le gusta llamarse Lyokha el Barbas, es una de las 3 mil 500 personas sin hogar que viven oficialmente en la ciudad de Omsk, aunque la cifra real probablemente sea mayor. Es uno de los pocos que se detiene a conversar y reír con los habitantes de la ciudad.
“Eres tú quien se va a congelar en tu departamento con tres mantas, no yo entre las tuberías”, le gusta bromear.
Su momento favorito es la noche. Aún en su momento más frío, la ciudad es tranquila y él es libre de deambular y buscar en un basurero botellas de vidrio y otros artículos que puede cambiar por una pequeña suma.
Omsk, tres zonas horarias al este de Moscú, tiene un refugio nocturno para gente sin casa. Pero está en una parte distante de la ciudad y Vergunov no duerme allí ya que los sin techo de la zona le impedirían ganarse la vida en el basurero cercano que es parte de lo que consideran su territorio.
Una organización benéfica, Cáritas, reparte comida y ropa para ayudar a las personas sin hogar de la ciudad, aunque Vergunov también ha aprendido a estar al pendiente de los malhechores. Una vez salvó la vida de su amigo, Alexander, después de que un grupo de adolescentes le prendieron fuego.
A veces la desgracia y el dolor pueden empujar a las personas sin hogar de Omsk a tratar de cambiar sus vidas.
Lyusya Stepanova, de 44 años, está considerando intentar regresar a la sociedad después de más de 27 años en las calles. Fue hospitalizada el mes pasado durante tres semanas con quemaduras graves en todo el cuerpo después de quedarse dormida demasiado cerca de las tuberías donde se refugiaba.
Ahora se encuentra en un centro de rehabilitación a 30 kilómetros de la ciudad en el pueblo de Rozovka.
“Planeo ir a casa con mi madre”, dijo, aunque reconoce que no puede regresar el tiempo. “Los sueños de mi infancia fueron nobles, pero ya es muy tarde, ese barco ya zarpó”.
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