El jueves 19 de marzo será recordado como un día negro en la historia de la pandemia que el nuevo coronavirus ha desatado en Italia.
Fue entonces cuando el país europeo rebasó en víctimas mortales a China, donde se originaron los contagios de la enfermedad, distinguida en el mundo como COVID-19.
Aunque en el gigante asiático hay más de 80 mil personas contagiadas e Italia suma sólo la mitad, ambos rebasan los tres mil muertos y el país europeo concentra unas centenas más que China.
El 2020 quedará marcado por una imagen dramática: la crisis de manejo de cadáveres en la ciudad de Bérgamo, cercana a Milán, donde el ejército tuvo que intervenir porque los servicios funerarios locales se vieron rebasados por la proliferación de víctimas del virus.
El momento de quiebre en la abundancia de contagios sucedió el fin de semana del 7 de marzo, cuando los enfermos aumentaron en más del 50 por ciento.
La situación ha llevado a una suspensión prácticamente total de actividades colectivas, un aislamiento generalizado con excepción única de supermercados y farmacias, y una vigilancia policiaca para el cumplimiento de estas medidas.
Aunque la cuarentena está dispuesta hasta el 3 de abril, podría extenderse al menos a mayo.
Un Nápoles desértico
Angelina Peressini, habitante de Nápoles, en la provincia de Campania, sur de Italia, asegura que hay un caos social constante debido al envío de mensajes de pánico y a conductas de masa que colapsan los supermercados.
“Todo esto sucedió porque no nos pusimos las pilas a tiempo. Nosotros la estamos pasando muy mal”, consideró Peressini en un video divulgado en su cuenta de Facebook desde territorio italiano.
Nápoles está completamente vacío, con las calles abandonadas ante el riesgo de contagio, explica.
Aunque la zona más afectada es la provincia de Lombardía, en el norte del país, frontera con Suiza, el sur napolitano también comienza a exhibir serios problemas, relata.
Pandemia en la región agrícola
En tanto, en la región agrícola de Calabria, todavía más al sur, en contacto con la isla de Sicilia, la diseñadora y migrante mexicana Victoria Hernández Acuña Fujiwara relata que, no obstante que la noticia tardó en llegar, el coronavirus golpea la vida diaria de la región.
“Seguimos con nuestras vidas con normalidad hasta el 5 de marzo, cuando se anunció el cierre de escuelas. Tras el inconveniente de no poder dejar a mi hijo en el kínder del pueblo, seguimos yendo al campo y a hacer compra con normalidad, pero las medidas se fueron haciendo más restrictivas y la paranoia fue aumentando”, describe en entrevista con Notimex.
“Un dolor de garganta ya no era sólo el haber estado afuera en el frío, un dolor de cabeza o temperatura alta podían ser presagio de algo peor que, además, mejor no enseñar afuera ante el nerviosismo reinante”.
La diseñadora mexicana identifica entre las razones que afectaron especialmente a Bérgamo que tiene un aeropuerto de bajo costo que vuelos internacionales aprovechan para entrar a Italia, además de diversas industrias que producen constantes traslados humanos y población anciana que se mantuvo activa en busca de apoyar a sus hijos y nietos.
“Muertos no sólo por el COVID-19, sino también porque la emergencia ha saturado el sistema de salud y no da abasto para atender otros casos, como un posible infarto”, añade.
El sur italiano, además, se ve problematizado desde hace muchos años por la precariedad laboral, lo que generó otra crisis: con la cuarentena dictada en el norte, los trabajadores migrantes en esa región tuvieron que regresar al sur y, por ende, pusieron en peligro a una población principalmente formada por adultos mayores y donde los recortes sanitarios han golpeado más gravemente.
“Además, como es nuestro caso, aquí los trabajos que se encuentran son irregulares y, en estos momentos, si no tienes un papel que testifique que tienes una razón para estar fuera de casa no puedes estarlo y el trabajo informal no da ninguna seguridad”, explica Hernández Acuña.
“Muchos estamos pasando la cuarentena sin entradas económicas y certezas de cómo será después. En este forzado tiempo de reclusión tenemos el espacio para reflexionar sobre cómo organizarnos para tener más autonomía alimentaria y algo de dinero para gastos básicos”.
Para Hernández Acuña, esta crisis desatada por el coronavirus puede funcionar como una advertencia de posibles futuras emergencias y, quizás, del desmoronamiento del modelo económico.
“Psicológicamente es una época difícil tanto por la paranoia e incertidumbre como por el aislamiento social, pero creo que es un simulacro de lo que vendrá, de futuras emergencias y, siendo optimistas, de una caída del sistema capitalista”, evalúa.
Otro riesgo ante la situación, sin embargo, es que muchos italianos aprovechan para impulsar el discurso nacionalista.
“Algo muy peligroso en una nación que toma cada vez más medidas fascistas contra los migrantes, pero también en esta misma cuarentena, donde el control estatal ha aumentado incluso en zonas rurales, con carros de carabinieri pasando constantemente a vigilar”, especifica la mexicana.
“Medidas que quizás sean necesarias, pero asusta su posible uso cotidiano, por ejemplo la autocertificación: sólo puede salir una persona del núcleo familiar y debe llevar consigo un escrito con sus datos y la razón por la que está fuera del domicilio en caso de que alguna autoridad lo encuentre y le pida justificación”.
Aunque el ámbito sureño registra menos personas contagiadas, los casos empiezan a aparecer poco a poco, la gente viaja desde el norte por miedo, necesidad, irresponsabilidad o desesperación.
“Las medidas se están siguiendo, las calles se ven más despobladas que de costumbre. Y, aunque la primavera ha llegado y es época de trabajar en el campo, lo único que puedo hacer, al no tener tierra junto a mi domicilio, es plantar semillas en mi ventana, a la espera de poderlas poner en la tierra cuando se levante la cuarentena”, pondera Victoria.
EAM