Por Aura E. Martínez Oriol*

La realidad humana es sexuada, la experiencia que vive más de la mitad de la población es totalmente diferente a la de la otra mitad. Como nos recordó el presidente, las mujeres cargamos desproporcionadamente con las labores domésticas y de cuidado; realizamos 2.5 veces más del trabajo no remunerado y doméstico en comparación con los hombres.

 

Estamos acostumbradas a un protocolo de pandemia para salir de casa y para regresar, para transportarnos evitando el contacto, para mostrar afecto, para organizar nuestros días y noches. Nuestro enemigo, el patriarcado, no se muere lavándose las manos, pero nos ha preparado para vivir medidas extremas de forma cotidiana.

 

Entendiendo esto, no puede ignorarse que las afectaciones del Covid-19 son igualmente sexuadas. La BBC nos ha informado cómo las redes sociales específicas de China han visto una explosión de la discusión y denuncia de casos de violencia doméstica.

 

Las personas que nos gobiernan no deben olvidar que a pesar de los reportes de mujeres que denuncian que sus perpetradores las amenazan con lanzarlas a la calle para que se contagien, el peligro más inmediato está en casa. El riesgo de afrontar el trabajo remoto sumado al de cuidado de las hijas, las personas mayores, e incluso, de las parejas mismas que con esto suman a una empleada de tiempo completo, se hace urgente cuando a esto se le suma la violencia y abuso sexual en el seno del hogar.

 

El Estado Mexicano ya reconoce la necesidad de tomar acciones ante la pandemia permanente, por ello asigna presupuesto a programas como Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF) y el Programa para Promover la atención y prevención de la violencia contra las mujeres, que atienden el tema de manera directa.

 

Incluso en la carga de las labores de cuidado se ven reconocidas las necesidades que tradicionalmente afectan a las mujeres a través de programas como el de Escuelas de Tiempo Completo, que ha recibido el hacha presupuestaria más grave que ninguno, al quedarse con menos del 1% del presupuesto que percibía en años anteriores, en 2020; y el Programa de apoyo para el bienestar de las niñas y niños, hijos de madres trabajadoras que sí ha visto aumento en su presupuesto de alrededor del 7%.

 

No obstante, con el cierre de escuelas, centros laborales y la imposibilidad de muchas mujeres de salir de casa, es claro que parte de ese presupuesto, que si bien tradicionalmente se gasta tarde y se informa aún más tarde, no se ejercerá en este momento ¿cómo podemos asegurar que este presupuesto sí continúe con su vocación de servicio para la realidad femenina? Más aún ¿cómo podemos asegurar que el presupuesto que ya nos ha asegurado el Subsecretario al frente de la comunicación de la pandemia, que es suficiente, lo sea? ¿de cuánto es ese presupuesto en total? ¿cómo se combina con las medidas económicas que se están realizando o “pensando”? ¿cuánto es el monto de los adelantos de los programas prioritarios? ¿de dónde sale el presupuesto para pruebas, vacunas y otro material médico? ¿cómo están los procesos de compra de los insumos necesarios? ¿quién se está beneficiando con estos contratos?

Organismos internacionales como la Iniciativa Global para la Transparencia Fiscal (GIFT, por sus siglas en inglés), la Asociación para las Contrataciones Abiertas y la Alianza para el Gobierno Abierto, ya han manifestado su preocupación por la potencial opacidad y corrupción que envuelve las situaciones de emergencia.

 

El qué hacer es claro: “Recopilar y publicar información de calidad y oportuna sobre las medidas financieras públicas tomadas y sus implicaciones es esencial para mitigar los riesgos que pueden complicar el monitoreo interno y externo y pueden ser culpables de mala administración, corrupción y riesgos fiscales imprevistos.”.

 

Necesitamos una plataforma pública, un sitio de internet que acompañe la sobrecarga de conversación con información íntegra, oportuna y de fácil comprensión acerca de cuánto dinero compone la bolsa de atención a esta pandemia del Gobierno Federal, cuando menos, y las entidades federativas deberían seguir el paso. Esta plataforma deberá contener la información en formato de datos abiertos y desagregada hasta partida específica de todas las entidades públicas que estén colaborando con la atención sanitaria, de salubridad, educación, promoción económica, etc.

 

Tendrá que poder resolver dudas como ¿de dónde en específico sale este presupuesto adicional? ¿hay adecuaciones que estén modificando el presupuesto? ¿se están moviendo de un lugar a otro los recursos? ¿a quién (poblaciones, áreas de enfoque y programas) estamos descobijando? ¿estamos incurriendo en deuda? ¿algún vehículo financiero como fideicomisos nos ayudará a cubrir este desfase? ¿cuánto dinero en total se está invirtiendo?

 

Necesitamos además evidencia de que el gobierno tiene los ojos abiertos después del #8M y #9M de 2020. Debe ser clara en este sitio la cantidad, calidad y presupuesto asignado a acciones específicas y el plan de contención durante y posterior a la pandemia. No nos equivoquemos, el enemigo es también la opacidad en el presupuesto, y crece cada día que le permiten ser invisible. Esto nos afecta a todas y los peligros de continuar así, aunque toda la población los sufre, los pagaremos con creces, las mujeres