Un político se convierte en estadista
cuando comienza a pensar en las próximas generaciones,
no en las próximas elecciones
Winston Churchill
Inicio esta colaboración haciendo un merecido reconocimiento a los científicos, a los médicos, a las enfermeras y a todo el personal hospitalario que, a riesgo de su propia vida, ayudan a la población a enfrentar los estragos de la pandemia del Covid-19.
Son hombres y mujeres en todo el mundo que, día a día, con o sin los insumos suficientes dan muestra de su valía, vocación y profesionalismo. Su trabajo en estos momentos de crisis y contingencia es, además de esencial, muy valioso. Para todas y todos ellos mi aplauso y mi más sincero agradecimiento.
Las respuestas de los gobiernos en el orbe respecto a la pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por el Covid-19 han sido dispersas y muy variadas. Van de un extremo a otro, desde una relativa calma, hasta la más extrema de las medidas.
Si bien es de reconocer que en estos momentos toda medida es oportuna y adecuada, también hay que aceptar que en varios casos el cálculo político es lo que priva. No se atiende la emergencia, se administra el beneficio político. No se entiende que es tiempo de la política, no de los políticos.
Lo prioritario en estos momentos es atender las necesidades sanitarias, las consecuencias sociales y salvar la economía, no la imagen de los políticos y su futuro electoral inmediato. El día después de la crisis, puede ser una lamentable pesadilla que ponga en riesgo los sistemas políticos democráticos por atender lo inmediato, obviando lo urgente.
Ante el padecimiento global, las respuestas hasta ahora han sido locales. Aún no se plantea una estrategia de las mismas dimensiones que el problema; una estrategia global.
Esta, sin duda, será una de las experiencias de las que se debe aprender en casos de estas dimensiones. Crisis como la que ahora afrontamos no es la primera, ni será la última. Hay que admitir que la depredación del medio ambiente y las políticas que generan ganancias económicas, pero dañan, deterioran y acaban con nuestro entorno, no traen buenas noticias para el mundo en el futuro inmediato.
Pero no todo es negro. Esta históricamente comprobado que en temporadas de crisis, del mundo organizado, capacitado y actuante surgen nuevas alternativas en lo social y en lo político. Se puede derrotar al individualismo, al capital que destruye ecosistemas y crea enfermedades.
Si bien las crisis nos recuerdan la voracidad del capital y el mercado, también nos reafirma que la humanidad puede resistir sus embates y volver a levantarse. Nos reafirma que se puede triunfar sobre los nuevos desafíos.