La pregunta del sábado en las redes sociales fue ¿por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador no fue el encargado de dar el mensaje de quedarse en casa? ¿Por qué lo hizo el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell?

La respuesta está en los dichos recientes del propio Presidente.

El sábado antepasado, desde Oaxaca, pedía a la gente salir, ir a fondas y restaurantes, hacer la vida normal, como si no pasara nada.

Dicho en castellano, el Presidente era el menos indicado para salir a pedir que la gente se quedara en casa, aunque lo haya hecho tibiamente en un video que justifica la petición en estadísticas que se ya se había cansado de mostrar el propio López-Gatell.

¿Quién puede hacer el llamado enérgico, ordenar más que pedir, que nadie salga de su casa salvo por casos justificados?

Ni la señora Olga Sánchez Cordero, mucho menos el secretario de Salud, Jorge Alcocer.

Quedan dos funcionarios que tendrían aún la credibilidad y la autoridad para ordenar el quedarse en casa: el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, y el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval González.

Durazo es el encargado de la seguridad del país; es civil y si se ocupara tendría la justificación legal para ordenar un virtual toque de queda.

Pero si el Gobierno quisiera enviar un mensaje mucho más duro, después de semanas de divagar sobre la letalidad del coronavirus, de jugar con la información y la postura oficial, el encargado tendría que ser Sandoval González.

El mensaje podría ser tomado como la militarización del país (como si no hubiera ocurrido ya), pero sin duda tendría el respaldo de la población que aún sigue viendo a las fuerzas armadas como confiables.

Ayer, pese al llamado de López-Gatell, hubo mucha gente en las calles de la CDMX.

El subsecretario ha sido políticamente correcto al hacer los llamados a quedarse en casa, pero hace falta un llamado severo para detener la velocidad de contagios.

No estamos aún en un estado de excepción, pero solo es cuestión de días.

U horas…

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El presidente López Obrador volvió a utilizar el recurso del “complot’’, para justificar su activismo político.

En Sinaloa, acusó que le hicieron un “montaje’’ en el aeropuerto de Tijuana, cuando una persona le preguntó si se haría o no el test del coronavirus.

Después, en Sinaloa, dijo que los conservadores quisieran que se aislara para crear un vacío de poder para después ellos se apropiaran del control político.

Ni al caso venía el tema.

Parece más una maniobra distractora del asunto más importante que ocupa al país: el combate a la pandemia del coronavirus.

Mientras el Presidente sigue con sus giras y haciendo lo que le venga en gana, difícilmente la población tomará en serio la recomendación de aislarse, de quedarse en casa.

¿Cuántos presidentes en el mundo están haciendo giras, actos de proselitismo o viajes por el motivo que sea?

Ninguno, solo el nuestro.

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Donald Trump, que en principio había desdeñado, groseramente, el peligro del coronavirus, anunció que prolongará hasta el 30 de abril las medidas federales de aislamiento.

Estados Unidos, aún con su muy equipado sistema de salud, de acuerdo con su experto en Salud, Anthony Fauci, calcula entre 100,000 y 200,000 muertos por la pandemia, ¿qué le puede esperar a otros países con menor preparación?