Permítame, caro lector, en medio de la pandemia y con respeto enorme a las víctimas mortales, infectados que luchan contra el virus y la recesión económica mundial que vivimos, como la preocupación de millones de seres humanos, por saber qué comerán, si no pueden salir a trabajar, y la desesperación de empresarios de todos tamaños por el futuro de sus negocios, lanzar una pregunta.

 

¿Cómo ven y cómo verán los gobernados a sus autoridades con motivo de la crisis sanitaria y económica que vivimos?

 

En política todo puede cambiar en un día, y no se diga después de una emergencia de dimensiones globales.

 

Hace apenas una semanas, en este espacio, reflexionábamos sobre los más recientes sondeos demoscópicos rumbo a las elecciones de 2021, donde estarán en juego 15 gubernaturas y 500 diputaciones federales. En muchas de esas encuestas un partido se llevaría prácticamente todo el pastel electoral.

 

Pero ¿cómo calificarán –después de esta cuarentena, muchos sin empleos, golpeados por las deudas, con una convivencia diaria con la familia en pocos metros cuadrados, con enorme miedo de no contagiarse, bombardeado de pésimas noticias– a sus políticos y candidatos?

 

Las elecciones sirven para contratar representantes populares, pero también para evaluarlos. Sin temor a equivocarme, muchos serán reprobados en las urnas.

 

Este fenómeno no es exclusivo de México. Pensemos, para ejemplificar, la campaña en curso que se vive en Estados Unidos. Muchos analistas internacionales apostaban a la reelección de Donald Trump, como Presidente de Estados Unidos, por otro período de 4 años. ¿De verdad lo votará el estadounidense, cuando al momento de redactar estas líneas van 181,099 contagiados, 3, 606 fallecidos y los mapas interactivos del Covid-19 pintan a la Unión Americana completamente de rojo?

 

Los gobiernos en estas crisis se debilitan enormemente, pero no perdamos de vista que también se debilitan las oposiciones; si bien vivimos una polarización en redes sociales entre el círculo rojo, y la “opinocracia”, millones de seres humanos estarán sin conexión a internet, sin dinero para recargar datos en sus celulares, y tronándose los dedos por la maldita crisis, que ya venía de tiempo atrás, y que ahora está en niveles de emergencia extrema.

 

¿Cómo calificará a su alcalde que intentará reelegirse? ¿Le dará una palmada en la espalda a su gobernador que se va, o le mentará la madre a través de la boleta, en las próximas elecciones, votando a su contrario? Le volverá a dar su apoyo a su diputado local o federal, cuando en medio de la miseria, se atrevan a visitarle para solicitarle su sufragio, o lo sacará a patadas de su colonia?

 

No sabemos cómo se comportará el electorado, porque tampoco nadie sabe en donde acabará la pandemia del coronavirus, cuánta gente morirá, y que tan difícil será el regreso escalonado a nuestras actividades.

 

He escuchado la tesis de que el pueblo abrumado tendrá como prioridad ultima pensar en salir a votar, o de plano, solidarizarse con sus gobiernos, convertidos en víctimas y volverles a dar su apoyo, a través del voto.

 

Es decir, Trump sería reelecto porque la gran depresión económica, el cierre y quiebra de miles de empresas, el desempleo galopante, las centenas de miles de muertos, el colapso del sistema sanitario no sería culpa del mandatario estadounidense, sino de un fenómeno sanitario que hubiera rebasado a cualquiera, sin importar color, ideología o partido político.

 

¿Pasaría lo mismo en México? López Obrador, nuestros gobernadores, alcaldes, legisladores serían apoyados por las mayorías en las próximas elecciones?

 

¿La gente repudiará las campañas y el activismo en medios, redes y en tierra, cuando empezamos a salir de los escombros?

 

En fin, a mediados del 2021 sabremos la respuesta a estas dudas, y podremos evaluar el comportamiento del muy dolido electorado.

 

*Periodista, editor y radiodifusor

@GustavoRenteria

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