Foto: Reuters / Archivo Esa predicción se realizó después de un año devastador de inundaciones en el corazón de los Estados Unidos  

MARYLAND.-  A mediados de marzo, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) emitió su anuncio de inundaciones de primavera y, según su pronóstico, aproximadamente un tercio de los Estados Unidos (128 millones de personas en 23 estados) se verá afectado, en medio de la pandemia del coronavirus (COVID-19).

 

Esa predicción se realizó después de un año devastador de inundaciones en el corazón de los Estados Unidos, cuando entre febrero de 2019 y enero de 2020, Iowa, Michigan, Minnesota y Wisconsin experimentaron el año más lluvioso registrado; Montana, Nebraska, Wyoming y las Dakotas tuvieron su segundo periodo más lluvioso.

 

La NOAA explica que las inundaciones son causadas por una combinación de factores, pero el cambio climático, que estimula el aire más cálido y, por lo tanto, más humedad, se ha convertido en el principal de ellos.

 

Mientras tanto, la mayor parte de la nación está en aislamiento por la COVID-19, sin que se sepa con exactitud cuántos estadounidenses han sido infectados hasta ahora, aunque el número de casos confirmados crece exponencialmente y los expertos dicen que podría matar a entre 100 mil y 2.2 millones de estadounidenses en los próximos meses, dependiendo de las acciones preventivas que se tomen.

 

Pero los Estados Unidos nunca han tenido que lidiar con una epidemia y con los efectos del cambio climático al mismo tiempo, y la forma en que el gobierno federal ha manejado ambas amenazas hasta ahora, muestra que está mal equipado para responder a escenarios alejados de los negocios.

 

Los investigadores han determinado que el cambio climático actúa como un multiplicador de amenazas, algo que exacerba los riesgos existentes. A medida que avanzan la primavera y el verano y el clima se vuelva más volátil, el COVID-19 podría convertirse en otro multiplicador de amenazas.

 

“Muchas personas empiezan a pensar en lo que vamos a hacer con los eventos compuestos”, afirma Lauren Clay, profesora asistente de salud pública en D’Youville College, en Buffalo, Nueva York. “No hemos experimentado una pandemia global en los Estados Unidos en nuestras vidas”, añade.

 

La Administración Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés), agencia que sirve a los estadounidenses afectados por el clima extremo, se activó al más alto nivel para contener la COVID-19 y se encargó de la respuesta federal a la epidemia, aunque apenas se estaba recuperando de tres años consecutivos de desastres naturales catastróficos.

 

Además, tiene que lidiar con su propio brote de coronavirus, ya que siete de sus empleados recientemente dieron positivo por el virus.

 

“Estaban estresados incluso antes de la pandemia”, comenta James Kendra, codirector del Centro de Investigación de Desastres de la Universidad de Delaware.FEMA todavía trabajaba para resolver una serie de declaraciones de desastres de años anteriores, cuando se le pidió unirse al esfuerzo para combatir la COVID-19“, agrega.

 

La agencia enfrentaba también escasez crónica de personal, incluso antes de que el presidente Donald Trump reasignara parte de sus fondos a los centros de detención de inmigrantes, el verano pasado.

 

Kendra señala que FEMA está en un territorio desconocido para responder al desafío de la COVID-19, “y una vez que las inundaciones y otros desastres naturales golpeen al país, es probable que el coronavirus obstaculice su trabajo, porque el distanciamiento social requerido para mantener seguras a las personas afectará su capacidad para realizar el trabajo de campo”.

 

Menciona que la agencia ya suspendió el trabajo de campo interpersonal en Tennessee, donde los tornados mataron a 25 personas a principios de marzo, debido al virus. La agencia tendrá que adaptarse para descubrir cómo atender a las personas afectadas sin exponerlas -ni a sus trabajadores- al coronavirus.

 

En los últimos años, a veces parece que los estadounidenses no pueden tomar un descanso de los desastres naturales. Las inundaciones en el medio oeste en primavera y verano fueron seguidas por incendios forestales en la costa oeste y la temporada de huracanes en el Atlántico a fines del verano y otoño.

 

En los próximos años, el cambio climático podría hacer que esos eventos sean mucho menos escalonados, extendiendo el rango de inundaciones devastadoras en la mayor parte del país, estimulando temporadas de incendios durante todo el año y exacerbando la frecuencia de los grandes huracanes.

 

“Si el coronavirus nos ha enseñado algo, es que necesitamos comenzar a dividir algunos de nuestros multiplicadores de amenazas o arriesgarnos a enfrentar un desafío del que no podemos adaptarnos”, concluye Kendra.

 

EAM