A 31 años de la catástrofe que debía ser una fiesta, Liverpool todavía recuerda con dolor a los hinchas que tenían que disfrutar del futbol y que en cambio, no regresaron a casa con sus familias. La semifinal de aquella FA Cup de 1989 entre Liverpool y Nottingham Forest fue la tragedia que llevó a Inglaterra a modificar su estructura a un muy alto precio.
La pasión desbordad de los ingleses a lo largo de la historia es bien conocida y en muchas latitudes, temida. Los estadios de Inglaterra eran el escenario para ver la ola de apoyo desmedido que muchas veces culminó en grescas con varios detenidos.
El aviso previo llegó en Heyschel, cuando el Liverpool iba por su quinta Copa de Europa ante la Juventus, pero terminó por caer acompañado de varios hinchas que murieron con el desplome de las gradas del estadio belga.
Sin tener cabida en Europa tras un castigo impuesto por la FIFA para equipos ingleses, toda la fiebre descontrolada se dirigió a las competencias locales y el 15 de abril de 1989 cobró la factura.
Hillsboroug, estadio del Sheffield Wednesday albergó la semifinal de la FA Cup entre Reds y Tricky Trees. Algo que iba a terminar en un festejo para una hinchada, culminó con una tragedia nacional. Fue el resultado de un sobrecupo que se registró a minutos de iniciar el encuentro.
A pesar de que las entradas ya estaban agotadas, los hinchas del Liverpool hicieron el viaje para ver a su equipo a toda costa. Tal fue la presión y la masa fúrica que la seguridad abrió los ingresos que estaban como filtro para el estadio dejando que la ola llegara a las gradas.
En el interior, las gradas de una de las cabeceras se llenó a tal punto que amagó con reventar. Los aficionados que se encontraban en las primeras filas pagaron el error de logística. En aquel entonces, los estadios ingleses no tenían remodelaciones en al menos 23 años, cuando fue la Copa del Mundo ahí. Los alambrados estaban presentes en todos los recintos de futbol.
La policía abrió la reja demasiado tarde. Las víctimas yacían sobre el campo y los heridos estaban confundidos. 96 personas fallecieron y 766 resultaron lesionadas. Nada volvió a ser como antes y una persona se encargó de eso.
Margaret Thatcher, primer ministro de Reino Unido, ordenó la investigación del caso y una solución a la problemática que derivó en ese oscuro episodio. La policía resultó como la responsable en el caso Taylor, mismo en el que se anotaron una serie de recomendaciones para todos los estadios de futbol.
El juez Peter Murray Taylor hizo un recorrido por los recintos y concluyó que las remodelaciones a los estadios era un imperativo inmediato.
Thatcher, también conocida como la Dama de Hierro, no perdió tiempo e impulsó la Football Spectator Act ( Ley del Aficionado) en la que se exigió que todos los asistentes debían estar sentados, la venta de alcohol se regularizó y en algunas partes se prohibió, además de que todos los aficionados debían registrarse y aquel que realizara un acto violento, tendría una pena ejemplar.
LA EXTINCIÓN DE LOS HOOLIGANS
Thatcher exigió que los estadios disminuyeran su capacidad y las entradas al futbol incrementaron su costo abruptamente. Se volvió un lujo incosteable para los hooligans, quienes eran gente de extracto humilde o bien, desempleados y parias. Este sector no encajaba con la política de la Dama de Hierro y terminaron por alentar a su equipo lejos de los estadios.
La televisión también empezó a ver un gran negocio con esta nueva etapa del balompié inglés que en cuestión de tres años captó a nuevos patrocinadores con capitales abundantes y junto a las reformas al sistema de competencia para la temporada 1992-93, arrancó lo que hoy es la Premier League, el modelo a seguir en el futbol mundial.
fahl