Nuestra creatividad y capacidad de innovación nos han llevado a desafiar nuestros límites, a romper barreras, a llegar a lugares inimaginables y a lograr lo que parece imposible.
Así, hemos desarrollado fórmulas y teorías para solucionar problemas, inventado máquinas o productos que han revolucionado nuestra vida, explorado el espacio exterior, descubierto el mundo de los microrganismos, y encontrado medicamentos para prevenir o tratar enfermedades.
La aptitud de generar ideas originales que es la creatividad; así como la transformación de nuevas ideas en soluciones económicas y sociales que es la innovación, son actividades que los Estados deberían priorizar y promover en sus políticas públicas para mejorar las condiciones de crecimiento, desarrollo y bienestar de sus gobernados.
La inversión en ciencia, tecnología e innovación se relaciona con la competitividad. Según un estudio de la OCDE de 2017, el gasto en investigación y desarrollo (I+D) del sector privado en México es muy inferior al de casi todos los países miembros de dicha organización y del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
De acuerdo con el Índice Mundial de Innovación 2019 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que clasifica la actividad innovadora de 129 países, a través de 80 indicadores -entre ellos, las inversiones en investigación, las solicitudes internacionales de patente y las exportaciones de alta tecnología-, México ocupa el lugar 56 a nivel global y el tercer lugar entre las principales economías de América Latina y el Caribe, detrás de Chile (51) y Costa Rica (55).
Para que nuestro país pueda avanzar en innovación, la OCDE ha recomendado generar condiciones para su impulso, considerando mejorar la educación en todos los niveles; fortalecer la competencia en telecomunicaciones, tecnologías y en el ámbito financiero; propiciar una mayor eficiencia del gasto, e intensificar programas de asociación entre los sectores público y privado en áreas primordiales como salud, energía, agua y seguridad.
Nos encontramos inmersos en una crisis de salud global por la expansión del COVID-19, que ha provocado graves impactos económicos y sociales que se ve complejo revertir en corto tiempo, por el contrario, se pronostica una larga duración.
Por ello, en este mes que conmemoramos el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación (21 de abril), valoremos la importancia que tienen estos componentes para contrarrestar los efectos que ha traído consigo este virus.
Existen casos que demuestran cómo la innovación y la creatividad humana pueden ayudar a sortear situaciones adversas. Por mencionar uno de ellos, en 2015, la diseñadora de vestidos de boda Jill Andrews aportó su talento para crear un traje de protección personal de uso médico más seguro y eficiente contra el ébola, de la mano con un equipo de la Universidad Johns Hopkins.
En palabras del conferencista Roger Von Oech “no es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer”. Para superar este grave mal que parece tan difícil de vencer, nos toca potenciar al máximo estas dos piezas clave.
Solo innovando y creando seremos capaces de prevenir y tratar este padecimiento, y de identificar alternativas factibles que restauren los daños que está ocasionando en todos los campos del país.
*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México.
Twitter: @navysanmartin
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