España es el segundo país con más casos confirmados de Covid-19 (200 mil), y el tercero con la mayor cantidad de decesos (20 mil), según datos de la Organización Mundial de la Salud.
El Gobierno de ese país declaró el estado de alarma el 14 de marzo, y desde entonces se ordenó a la población quedarse en casa, saliendo sólo a adquirir alimentos o medicinas… o a desempeñar servicios indispensables, como es en dicho país, y en todo el mundo, el del sector de la salud.
Uno de esos profesionales, el doctor Luis Díaz Izquierdo, médico de la sala de urgencias del hospital Severo Ochoa en el barrio de Leganés, al sur de Madrid, pone un ejemplo de los escenarios a los que se enfrenta: “Tengo 55 años, llevo tiempo en esto, se puede decir que he visto prácticamente de todo, pero esto, nunca.
Nunca había tenido que decir: tenemos a cinco, seis, siete personas que se están poniendo muy malas, que se tiene la intuición (y muchas veces sucedía) de que se iban a morir. Dices, y ahora ¿a quién llevó a Cuidados Intensivos? ¿Cómo decido?”. “Es un colapso total”, agrega, “no existe espacio físico; primero, se acabaron las camas, después unos sillones que habíamos puesto, después se acabaron unas sillas. Llega un momento en el que uno se ve en la obligación de elegir qué pacientes es más probable que se beneficien. Sobre todo porque hay escasez de ventiladores o de respiradores o de camas.
Esto plantea muchísimos problemas, porque a veces es bastante sencillo, porque si te encuentras con un señor o una señora de 95 años y con mucha patología cardiaca, renal, pulmonar o una demencia muy severa, sabes que a esas personas apenas les aportarías un beneficio.
El problema viene cuando una persona tiene 50, 60, 70 años y te llegan dos, tres, cuatro personas a la vez. Lo que no debemos hacer nunca es utilizar sólo la edad como criterio (…) es un escenario excepcional. A los Gobiernos no les gusta que se diga, pero es como un escenario de guerra”.
AR