La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que debido a las medidas de confinamiento ante la emergencia sanitaria global provocada por la pandemia del Coronavirus (COVID-19) podrían aumentar los índices de depresión y suicidio.

 

De acuerdo con la OMS, cada año se suicidan más de 800 mil personas -un factor considerado como la segunda causa de muerte en el mundo- como consecuencia de enfermedades como la depresión y otros factores mentales.

 

“El hecho de no tener contacto o apoyo social, perder la rutina del día a día, no tener un motivo para levantarse como ir a trabajar, la incertidumbre de la situación en la que vivimos, en donde cada día son más los contagiados o fallecidos, y el hecho de que salir a la calle se vuelve deprimente”, señala la especialista Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya.

 

El aislamiento -explica- es una medida que nos afecta a todos, pero no de la misma manera, pues en aquellas personas con factores de riesgo puede desencadenar una depresión o un bajo estado de ánimo, volviendo aún más vulnerables a aquellos que cuentan con antecedentes autolesivos o tienen problemas de conducta suicida.

 

Según la doctora Lacalle, la persona que intenta suicidarse sabe, en el fondo, que lo que está intentando hacer es aliviar su sufrimiento, ese malestar que está viviendo: al no poder continuar adelante con esa situación adversa, hace una interpretación errónea de la situación, y la única salida que ve es quitarse la vida.

 

Para la especialista, la pérdida de un ser querido por la pandemia del Covid-19 desencadenará lo que los expertos diagnostican como un “duelo patológico”, pero no una depresión, y aunque hay síntomas como la tristeza, el aislamiento social y trastornos del sueño que en el duelo son parecidos a los de una depresión.

 

De acuerdo con Lacalle, el fallecimiento de seres queridos por el Coronsavirus desencadenará duelos aún más complicados de sobrellevar por la falta de una despedida tradicional: no poder despedirnos de la persona, no ver el féretro o no haber podido realizar rituales religiosos o funerarios genera en el familiar lo que los psicólogos consideran “duelos complicados”.

 

MFBG