Foto: Pixabay Un oficial informó que hace tiempo se le pidió a la población que se quedara en casa  

A las 15:09 el termómetro marca 32 grados centígrados. Un día templado en Chilpancingo que invita a hacer la vida en la calle, sin embargo el flujo de personas ya no es el mismo que antes. A pesar de ello, los lugareños que salen, acuden a adquirir el mandado o comida en los negocios que aún continúan abiertos; algunos otros van a comprar el tradicional pozole del jueves pozolero.

Ante las medidas sanitarias tomadas en la capital de Guerrero como el cierre del Zócalo, las plazas comerciales y negocios no esenciales, la población sale de sus casas con cubrebocas, un poco más de la mitad no lo portan. Algo seguro es que los negocios de comida que pueden, se mantienen aún vendiendo el famoso pozole guerrerense.

En el Mercado Central “Baltazar R. Leyva Mancilla”, compuesto por cuatro alas en concordancia a la orografía cañaveral de Chilpancingo, los locatarios refieren que sus ventas bajaron a mucho más de la mitad. Difícil saberlo con precisión, pero si habría que hacerlo sería 80 por cierto, dicen.

En la cuarta ala de “El Baltazar”, donde predominan los locales de comida corrida, hay sillas vacías y locatarios que invitan a saborear un pozole verde, blanco o camagua. Aquellos que acuden, piden su plato para llevar; casi nadie ocupa las mesas.

A unas cuadras del mercado hay una escena que contrasta con los comedores desérticos. Las personas se forman conservando en la medida de lo posible la sana distancia referida por las autoridades para acceder a un banco.

Todos los formados portan cubrebocas; no hay entrada al establecimiento si no lo portan. Al preguntar al encargado del acceso de la entidad bancaria a cuántas personas se les permite el ingreso, responde que máximo a 10 y de manera individual.

Afuera de la sucursal bancaria la fila de personas le da vuelta a la cuadra.

A pesar de la pandemia, los chilpancinguenses requieren dinero para comprar sus alimentos. “No me van a regalar la comida”, aseveró un hombre que estaba a punto de ingresar al banco. “¿Comerá pozole hoy?”, se le preguntó. Respondió afirmando con la cabeza.

Incluso con las restricciones, la gente de “Chilpo” que puede conserva las tradiciones. Hoy, típico día pozolero en Guerrero, la gente sale y compra su pozole. A la pregunta de si aún había pozole, un mesero del restaurante “El Tecuán” tras acudir a la cocina a interrogar, refirió: “me comenta el cocinero que se nos terminó”.

Ante la pregunta expresa al mesero sobre por qué se les acabó, reveló de inmediato que ocurrió porque hicieron menos de lo acostumbrado.

Lo acostumbrado el jueves pozolero era que los accesos a las principales avenidas que conectan con el Zócalo tuvieran un flujo constante de guerrerenses y turistas; pero toda esta sección de la ciudad se cerró hace casi tres semanas.

Un oficial informó que hace tiempo se le pidió a la población que se quedara en casa. Sin embargo, los habitantes siguieron acudiendo a los jardines y los restaurantes que rodean a la icónica Catedral de la Asunción, por lo que las autoridades decidieron cerrarlo hasta nuevo aviso.

La Autopista del Sol tampoco tiene el flujo acostumbrado de vehículos. A las 19:00 horas de los jueves, desde que empezó la cuarentena, en dicha vía circularon casi tantos camiones de carga y transporte como vehículos particulares. Algo atípico y de buena señal, pues refleja que al menos en ese caso la población atiende las indicaciones y no está usando la carretera que conecta el área metropolitana con Acapulco, uno de los principales sitios turísticos del país.

Una actividad que también contrasta con lo acostumbrado son los restaurantes cerrando en la puesta de Sol. Los negocios de comida antes en estas fechas, y este día en particular, a las ocho de la noche seguían despachando el tradicional platillo verde, y muchos lo hacían hasta que se les terminara.

A Mary, mesera del restaurante “Los Magueyes”, negocio preferido por muchos guerrerenses para disfrutar del platillo, se le cuestionó en qué situación se encontraban las ventas. “De la fregada”, aseveró, desde la entrada del restaurante en el que hay más de una docena de mesas, las cuales están distribuidas en un local de cinco por 20 metros aproximadamente.

“Hace un mes a estas horas todavía había movimiento, por ser jueves, pero ahora mira”, afirmó mientras con la mano izquierda señaló de esquina a esquina del negocio sin comensales.

Así, un jueves pozolero en Chilpancingo en plena contingencia.

 

EFVE