La cuenta goleadora de Lionel Messi es algo de dominio público que la siguen de cerca los hinchas fervientes de su zurda y sus magias en el campo, como aquellos quienes no tienen tanta familiaridad con el futbol, pero que por tratarse de un fenómeno que al menos en una charla de café lo han puesto en la mesa, les genera curiosidad. Más de 600 goles dicen la mayoría para no especificar un número que bien puede ser erróneo. Es lo de menos, lo importante de esta fecha es que se conmemora el inicio de esa racha tan apabullante por parte del 10 argentino. Hace 15 años marcó por primera vez como profesional, algo que se le hizo adicción.
1 de mayo de 2005: el Camp Nou repleto para ver al Barcelona medirse al Albacete en la Jornada 34 de la Liga de España. Cuatro fechas para el final y los culés a punto de ser campeones de nuevo. Nada fuera de lo común en el desarrollo del encuentro hasta rumbo final. Minuto 88 y un cambio de Frank Rijkaard: E’too sale y entra un chico de proporciones minúsculas.
Ingresa un chico con el número 30 en la espalda del que se habían escuchado buenas cosas en su paso por las inferiores del Barça. Messi es el apellido que estaba en su dorsal, el mismo que la grada culé jamás olvido desde ese momento. Tan solo unos instantes sobre el césped y ocurrió la primera visión hacia el futuro.
Ronaldinho como el propietario de la magia se encargó de enviar un centro a Messi en el área del Albacete. El petiso controló y la bombeó ante la salida del arquero Valbuena. Cuando iba a acompañar a la grada con el grito de festejo, el colegiado Velasco Carballo se lo impidió. Fuera de lugar. A resignarse… o a intentarlo otra vez.
Al minuto 91, el jovencito con el 30 robó el balón en la salida del Albacete y la entregó al orquestador. Ronaldinho con la lucidez de esa época y el toque magistral habilitó a Messi por el mismo sector en el que el central le había frustrado la alegría segundos antes, esta vez, entró en línea, dejó botar el balón una vez, suficiente para resolver tranquilo y recetarle la misma dosis a Valbuena con un globito que dibujó un arcoíris por encima de la estirada del meta. Uno de los centrales por más que se barrió para evitar el remate pasó tan de largo que solo le dio tiempo de voltear a ver en donde terminó tan atrevido e irrespetuoso gesto de ese pibe.
¡Gol! Ahora sí lo pudo gritar Messi con toda la hinchada blaugrana. En ese instante fue la primera vez que se conectaron Ronaldinho y el pequeñito rosarino. Una imagen que enmarcó el presente y el futuro, un genio sonriente y un heredero paciente, pues pocas temporadas después el 10 del brasileño pasó a ser del argentino, y desde 2007 no lo suelta.
Hoy ya son 627 veces las que Messi ha puesto a la redonda en el fondo de la red. Una cifra escandalosa que se fue incrementando con anotaciones más bellas que otras y con distintas partes del cuerpo. Pero antes de que eso sucediera, el destino quiso que fuera en el día primero del quinto mes, es decir, lo podemos transcribir como la primera vez que Messi colocó a la número en el lugar que todo devorador del área desea, sin ser esa su posición natural en el campo. Hace 15 años inició la cuenta personal en el historial de Messi y el primer paso para que ahora sea la divinidad más venerada de la Ciudad Condal.
🔙 Estuvo poco más de 5 minutos en el terreno de juego pero ese día Leo #Messi tuvo tiempo de hacer un gol y… ¡mucho más! pic.twitter.com/yRcPrdQhvl
— FC Barcelona (desde 🏠) (@FCBarcelona_es) May 1, 2020