En esa regulación que le diferenciaría del común de los deportes de conjunto, el futbol se aferraba a un elemento propio del ejército: sin importar las lesiones o indisposiciones (por ponerlo en términos militares, sin importar las bajas), prohibía realizar modificaciones.
A lo largo del primer siglo de futbol regulado, los once elegidos para empezar un cotejo estaban destinados a cerrarlo. De ahí viene la vieja tradición de que si algún jugador se lastimaba, incluso de cierta gravedad, se le mantenía en la cancha haciendo bulto, de preferencia en ataque. No pocas veces ese futbolista adolorido y rengueante terminó por anotar el tanto de la victoria, dando sitio a lo que en España se apodaba el “gol del cojo”… o el picaresco “gol del vivo”, porque hubo varios que fingieron no poder dar paso y de pronto, ¡o milagro!, aceleraron para rematar a la red.
Todo eso en un contexto anterior a 1960, cuando se negaba en rotundo cualquier atisbo de reemplazo a mitad de partido (en Mundiales se abrió esa puerta en México 1970). Parece curioso que antes de estipularse las reglas modernas de este deporte en 1863, sólo se aludía a sustitución para un cambio previo al silbatazo inicial. Es decir, si tal equipo no pudo alinear a tal integrante por cualquier motivo, se registraba que se le sustituyó. Ni una palabra sobre darle salida luego de que las acciones hubieran arrancado. El futbol era asunto de once por bando.
Un futbol mucho menos físico, con volúmenes de desgaste muy inferiores. Aunque, al mismo tiempo, con otro nivel de preparación y acondicionamiento, así que de cualquier modo se cansaban y asfixiaban, se contracturaban y acalambraban, se desvanecían deshidratados bajo el sol del mediodía (no había duelos nocturnos, pocos estadios con iluminación artificial).
Esto evolucionó lentamente hasta llegar en 2018 a la permisividad de cuatro sustituciones en caso de perdurar el empate e ir a prórroga.
Mientras tanto, el resto de los deportes de conjunto vivieron un camino diferente: baloncesto, futbol americano, hockey sobre hielo, balonmano, polo acuático, voleibol, dieron total pauta a los cambios, así como el beisbol con la noción de que quien se va ya no vuelve. Debí especificar, el resto de los deportes de conjunto no alumbrados en las islas británicas. Así como el futbol, rugby y cricket mantuvieron candados muy particulares para sustituir. Lo que nos permite entender que esa fijación futbolera viene de la Inglaterra victoriana que tanto valoraba el estoicismo, el sufrimiento y aguante, el enfrentar al destino como sea que éste se empecinara en venir. Nada de bajarse del barco antes de tocar la orilla, nada de excusarse en dolores para claudicar, nada de abandonar la misión a medias.
Ante el quebradero del sistema deportivo (o del sistema en general) que representa la actual pandemia, la FIFA autorizará cinco cambios por partido, casi la mitad de quienes arranquen se podrán retirar.
El futbol tardó 130 años en saltar de cero a tres cambios. En los siguientes veinte habrá pasado de tres a cinco.
Twitter/albertolati