Los empleados de una planta de autopartes de Lear Corp en el norte de México, que vio el peor brote conocido de coronavirus de cualquier fábrica en América, se preparan para ser enviados de regreso a sus trabajos.
Ellos simplemente no saben la fecha y algunos temen que aún no sea seguro volver, apenas unas semanas después de que la pandemia azotara las fábricas en la industrial Ciudad Juárez, justo al otro lado de la frontera con Estados Unidos en El Paso, Texas.
Para muchos es una agonía tras el brote en la instalación de Río Bravo de Lear, que causó la muerte de 18 trabajadores, según la propia empresa. Aunque regresar a sus puestos les aterra, la mayoría está desesperada por recuperar el 100% de sus salarios, que Lear redujo cuando cerró la planta de unos 3,000 empleados.
Como parte de una cadena de suministro internacional más amplia, crucial para el sector automotor estadounidense, el personal también es consciente de que las presiones desde más allá de México pueden influir en el calendario.
“Cuando Estados Unidos abra el automotriz, tenemos que regresar”, dijo Dagoberto Galindo, de 42 años, uno de los diez empleados de Lear en el parque industrial Río Bravo que Reuters ha entrevistado desde mediados de abril.
Galindo ha trabajado 14 años en la fábrica que confecciona fundas para asientos de automóviles para Mercedes-Benz de Daimler AG y los modelos Mustang y Explorer de Ford Motor Co.
“Yo volvería por cuestiones económicas, porque me quedaría sin dinero. Pero no porque estuviera seguro en regresarme”, dijo Galindo, quien dijo estar cobrando el 65% de su salario mientras la planta está cerrada, lo que le dificulta mantener a su esposa y seis hijos.
Galindo es uno de los miles de trabajadores en varias fábricas de propiedad estadounidense conocidas como “maquiladoras” a lo largo de la frontera norte de México.
Las empresas estadounidenses se han beneficiado históricamente de salarios más bajos y regulaciones de salud, seguridad y medio ambiente más laxas en las maquiladoras mexicanas durante décadas.
Estas también dependen en gran medida de cadenas de suministro entrelazadas entre Estados Unidos y México que impulsaron unos 614,500 millones de dólares de comercio binacional el año pasado, según la Oficina de Censo estadounidense.
No obstante, que el país sea ya el primer socio comercial de Estados Unidos ha tenido un costo para los trabajadores mexicanos, que ganan menos que sus contrapartes estadounidenses y generalmente tienen sindicatos más débiles.
Ahora, con la curva de infección mexicana varias semanas detrás del avance del brote en Estados Unidos, los expertos dicen que los empleados tienen razones para preocuparse por regresar demasiado pronto. Hasta el martes, Ciudad Juárez tenía la mayor concentración de contagiados en Chihuahua, con 418, y casi 100 muertes.
“La industria maquiladora fue un factor en el contagio”, dijo la activista de derechos humanos Cecilia Espinosa en Ciudad Juárez, instando a las autoridades sanitarias y laborales a inspeccionar las fábricas antes de permitir que los trabajadores regresen.
PROTESTAS EN LA FRONTERA
A mediados de abril surgieron múltiples protestas exigiendo condiciones de trabajo seguras luego de la muerte de trabajadores reportados en Honeywell International Inc y Lear, destacando la fricción sobre qué fábricas deberían permanecer abiertas en la pandemia.
Diez trabajadores de la planta de Río Bravo le dijeron a Reuters que Lear tomó medidas de protección mínimas allí en las semanas previas al cese de operaciones a fines de marzo, un mes después de que México detectara sus primeros casos del virus y de que el número de muertos en Estados Unidos superó los 1,000.
Lear, que emplea a 24,000 trabajadores en 10 plantas distintas en Ciudad Juárez, dijo que los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos no recomendaron el uso de mascarillas para cubrir la boca para personas no positivas COVID-19 hasta inicios de abril.
La compañía dijo que no había signos de un aumento en las visitas a la enfermería de la fábrica en las semanas previas al cierre, y que se enteró de la primera hospitalización por coronavirus el 3 del mes pasado.
“Estamos realmente y profundamente tristes por la situación”, dijo Frank Orsini, vicepresidente ejecutivo de Lear que supervisa el negocio de asientos de la compañía que opera en 39 países diferentes. “No hemos visto algo así en ningún otro lugar del mundo”.
Orsini dijo que las familias le dijeron a Lear que las causas oficiales de muertes fueron neumonía. Lear no estaba al tanto de que se hubiesen realizado pruebas para COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, dijo Orsini, y señaló que las pruebas en México han sido limitadas.
La compañía hizo un “extenso estudio” para buscar vínculos entre los trabajadores que murieron, incluidos turnos, pausas para almorzar y autobuses, pero no encontró puntos en común, dijo Orsini.
La falta de información no está ayudando a calmar las preocupaciones de algunos trabajadores sobre el reinicio de fábricas. Los diez empleados entrevistados por Reuters dijeron que la compañía nunca les dijo directamente si algunos de sus colegas estaban enfermos por el coronavirus, o si alguno había muerto.
“Somos una familia, y de un minuto a otro, ya no van a estar”, dijo Lorenza Piña, de 59 años, refiriéndose a su muy unido grupo de colegas.
Orsini dijo que personal de recursos humanos de Lear trató de comunicarse con los empleados por teléfono y les dijo que había infecciones y muertes, sin revelar cuántas. Lear también reconoció a Reuters desde mediados de abril que un número no especificado se había convertido en víctimas del virus.
“MANUAL DE TRABAJO SEGURO”
La semana pasada, algunos trabajadores de Lear publicaron videos en las redes sociales de los preparativos para reabrir la planta de Río Bravo.
Cubículos altos ahora protegen las máquinas de coser, y se muestra a una persona con un traje blanco contra materiales peligrosos rociando paredes y pisos con desinfectante con las palabras “la seguridad se construye paso a paso” estampadas en letras grandes a través de unas escaleras.
En las últimas semanas Lear ha promovido un manual detallado para reabrir fábricas de manera segura, que incluye instrucciones para instalar soportes de piso para desinfectante para manos en áreas de trabajo por cada 50 empleados, darle a los trabajadores mascarillas y guantes, y tomarse la temperatura al comienzo de los turnos.
Ahora en su segunda edición, el “Manual de trabajo seguro” de buenas prácticas laborales se ha descargado del sitio web de Lear unas 18,000 veces, según la compañía.
Orsini dijo que Lear volverá a abrir en México una vez que “los empleados se sientan cómodos con las precauciones que hemos tomado”, y las regulaciones gubernamentales lo permitan.
En una señal del apetito de la administración Trump por una rápida reactivación, el embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, también ha pedido que se reinicie el trabajo allí para que coincida con Estados Unidos y Canadá.
“Estoy haciendo todo lo que puedo para salvar las cadenas de suministro que se crearon a través de las últimas décadas”, dijo en Twitter a fines de abril. “Es posible e imprescindible cuidar la salud de los trabajadores sin destruir esas cadenas. La integración económica de Norteamérica exige coordinación”.
aarl