El presidente Andrés Manuel López Obrador tienes razones de sobra para estar preocupado por el vuelco que han dado las redes sociales en las opiniones sobre su Gobierno.
Las redes, especialmente Facebook y Twitter, fueron benditas durante la campaña presidencial y los primeros 12 meses del Gobierno lopezobradorista.
No había crítica que le hiciera mella a la popularidad del mandatario, respaldado por miles de cuentas que se encargaban de juzgar y sentenciar pública y anónimamente a quienes no compartían sus estrategias o sus dichos.
La tendencia comenzó a variar, primero sutilmente, cuando se dio a conocer la caída de la economía en el primer año de la administración de la 4T.
Pero la inseguridad que no para, la contingencia sanitaria, la caída del empleo, el desdén por las manifestaciones de las mujeres en contra de la violencia de género, la pérdida del grado de inversión de Pemex, la amenaza de que el país igualmente pierda el grado de inversión, su negativa a planear de la mano de la Iniciativa Privada un plan de rescate de mediano plazo, provocaron un vuelco negativo sobre la imagen presidencial.
Ni los insultos de los seguidores de López Obrador -ojo, no dijimos bots o trolls- han podido contener las críticas.
Ya sea por sus desafortunadas declaraciones en torno al programa de rescate no de las empresas, sino del empleo, por la forma en que ha decidido enfrentar la crisis sanitaria en la que resaltan como lunares sus contradicciones, sus seguidores se han quedado sin argumentos para defenderlo en las redes.
Hasta antes de esta crisis de redes, por cada crítica que recibía el Presidente, había por lo menos 12 mensajes -en ocasiones hasta 20-, que lo defendían.
Hoy la tendencia se ha invertido.
Las cuentas que se identificaban como voceros del Gobierno no son capaces de contener el alud de críticas ya sea por sus dichos, sus acciones o sus omisiones.
Este efecto no pasó desapercibido en Palacio Nacional, de donde salió la petición a las empresas operadoras de las redes sociales “informar’’ sobre la contratación de mensajes robotizados.
Hasta esa petición le ganó algunas decenas de miles de descalificaciones, justificadas en el hecho de que cuando las opiniones le fueron favorables, jamás cuestionó la veracidad de las mismas.
El colmo es que ni siquiera el tema de Genaro García Luna y Felipe Calderón, que anteriormente arrojaban buenos dividendos políticos, ha servido para atomizar a sus críticos.
Así como alguna vez el Presidente juzgó que podía medir la eficiencia de su Gobierno a través de las redes, hoy deberá asumir entonces que mayoritariamente no está contenta con los resultados de su Gobierno.
Y eso que ni siquiera hemos llegado al fondo de la crisis que se prevé azote al país pasada la emergencia por la pandemia.
El Presidente sigue siendo famoso y reconocido, pero cada vez más son los mexicanos a quienes eso no les basta y exige mejores resultados.
Es entender el mensaje o seguir acusando complot.
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Pues como nada se sabe del jefe del Despacho de la Presidencia y supuesto enlace entre el sector privado y el Jefe del Ejecutivo, Alfonso Romo, es el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, quien esta tendiendo puentes con los empresarios.
Monreal y el resto de los coordinadores parlamentarios se reunirán con el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar, para conocer las conclusiones del foro organizado por el CCE y mediar sobre cuáles medidas de rescate se podrían aplicar.
El intento vale la pena.
LEG